Vivas y sin miedo

  • Lagunauta
  • Jessica Ayala Barbosa

Ciudad de México /

El pasado 19 de junio, en La Laguna se llevó a cabo la marcha “Vivas y sin miedo”, convocada por colectivas feministas para protestar contra la violencia feminicida que asola a la región. 

Volvimos a experimentar el hartazgo luego de que en menos de una semana se diera a conocer la localización de los cuerpos cercenados, embolsados o calcinados de Karla (Torreón), Selina (Lerdo)e Ilse (Matamoros). 

Los tres asesinatos reúnen uno o más requisitos para investigarse y juzgarse como feminicidios, por ejemplo, que entre ellas y su presunto agresor existía una relación sentimental, afectiva o de confianza. A las mujeres nos matan quienes dicen amarnos. 

Si no eres capaz de ver la gravedad que esto encierra, si le llamas “crimen pasional” o si, como el fiscal de Coahuila, Gerardo Márquez, lo atribuyesa “un tema de celos”, significa que la violencia contra las mujeres te resulta normal. 

El feminicidio es la manifestación extrema de la violencia de género. ¿Se puede prevenir? Sí. 

Las Madres Poderosas de La Laguna, colectiva conformada por mujeres que han perdido a sus hijas de esta forma, nos dieron algunas claves en su discurso al término de la citada marcha. 

“No a la impunidad, investigación y juicios con perspectiva de género, no más corrupción en los sistemas de justicia, prevengan los feminicidios actuando de inmediato en el primer reporte de desaparición”, fue su reiterada demanda hacia las autoridades. 

Pero también exhortaron a la ciudadanía a no tolerar violencia ni discriminación contra nadie. Su llamado es importante porque, cuando una mujer es víctima de este delito a manos de su pareja, es probable que ya haya sufrido múltiples agresiones catalogadas como violencia psicológica, física, económica y sexual. 

Esas tipificaciones legales muchas veces suenan lejanas, lo que impide identificar a tiempo la violencia e impedir su escalada. Muchos de esos tipos de violencia son percibidos como normales en las relaciones románticas porque así lo hemos aprendido. 

Es preocupante la cantidad de mujeres que creen que los celos durante el noviazgo o el matrimonio son una prueba inequívoca de amor, la de esposas que están convencidas de que es normal que sus maridos se pongan de malas si la casa no está limpia, que todo el tiempo añoren las dotes culinarias de sus madres por encima de las de ellas, que les apliquen la ley del hielo durante días después de una discusión, que con actitudes hostiles las orillen a dejar de ver a sus amigas, amigos y familiares. 

Ninguna sospecharía que se trata de violencia psicológica. Tampoco pensarían que viven violencia económica y patrimonial las que tienen un esposo que se opone a que trabajen o estudien, que tiene el control absoluto de los ingresos, que fiscaliza los gastos o es tacaño y no aporta para los muebles, utensilios, ropa y demás necesidades de la familia. 

La mayoría se dan cuenta de que son víctimas de violencia sólo si esas agresiones llegan a los golpes, pero muchas de ellas lo esconden, ya sea en nombre de sus hijos o por guardar las apariencias. 

Si deciden contárselo a alguien tal vez sean aconsejadas para esforzarse más y no “provocar” al hombre de nuevo. 

Las que se atrevan a denunciar quizá se topen con la violencia institucional, como la que se da en el Centro de Justicia y Empoderamiento para las Mujeres de Coahuila en Torreón, donde, según la colectiva De Morras para Morras, las usuarias no son atendidas si no van acompañadas de alguna asociación que las apoye o donde les han dicho que es necesario que las golpeen más de una vez. 

¿Y si la siguiente golpiza se convierte en feminicidio? No dejaremos de exigirles a las autoridades que hagan su trabajo, pero como puntualizaron las madres poderosas el día de la marcha: “No basta solamente con gritar y pedir justicia, es necesario repensar cómo estamos interactuando como sociedad, es indispensable reconocer que generamos una desigualdad tal entre hombres y mujeres que estas situaciones nos explotan en la cara”. 

Aprendamos a reconocer y rechazar la violencia en todas sus modalidades. Porque nos queremos vivas y sin miedo.

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