Pinches gringos

Ciudad de México /

En este mundo secular, con demasiadas películas en vez de las arraigadas creencias de nuestros ancestros, nos hemos quedado solamente con la parte ridícula del ritual del año nuevo: comer doce uvas (vaya patraña) y vestir una prenda roja (pinches gringos). 

Ante tanta y tan flagrante miseria escénica lo que le queda a la persona que conserva el alma, que tiene cierta perspectiva mágica de la realidad, es beber muchas copas para, cuando menos, transitar de un año al otro con la cabeza orientada hacia una nueva dimensión. 

La palabra "año" viene de "annus", vocablo de sonoridad escatológica que significa "anillo". El año es un anillo, es decir, un círculo que empieza y termina en el mismo punto. 

Los celtas, un pueblo que conserva su alma y su perspectiva mágica, vislumbran ese lapso que hay entre el anillo que se cerró y el que está empezando a abrirse y saben que, precisamente ahí, se abre la puerta a un mundo distinto. 

Pensándolo detenidamente, la felicidad que proviene de beber muchas copas serviría para plantarse al principio del anillo, y la cruda del día siguiente nos vendría a recordar que acabamos de nacer en un nuevo año, con la sed y los dolores propios del que acaba de ser alumbrado por la madre cósmica.

Quizá (pinches gringos) podríamos echar mano de nuestra frondosa mitología y refugiarnos, por ejemplo, en Tezcatlipoca, el señor que tiene un espejo humeante en el que se refleja todo lo que ha pasado y todo lo que puede suceder. Ese espejo parece el instrumento adecuado, mejor que las uvas y los calzones rojos (pinches gringos) para efectuar el tránsito de un año al otro y ahí, en su ahumada superficie, que bien podría ser el Aleph o, puesto al día, la pantalla de un iPhone, sería factible decodificar nuestra vida, hacer un corte de caja en el momento presente, considerar los gastos y los beneficios, las sandeces, las patochadas, las imbecilidades y los preciados instantes de lucidez, para sacar una cifra que nos oriente el año próximo. Algo nuestro, la onda Tezcatlipoca y no los estrafalarios calzones rojos (pinches gringos).

Máscara de mosaico de Tezcatlipoca. Shutterstock


  • Jordi Soler
  • Es escritor y poeta mexicano (16 de diciembre de 1963), fue productor y locutor de radio a finales del siglo XX; Vive en la ciudad de Barcelona desde 2003. Es autor de libros como Los rojos de ultramar, Usos rudimentarios de la selva y Los hijos del volcán. Publica los lunes su columna Melancolía de la Resistencia.
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