Robert Shulman nació en la ciudad de Nueva York en marzo de 1954, dentro de una familia judía que vivió tanto en Long Beach y Westbury como en Long Island, que en esa época eran considerados barrios de clase media.
Los padres de Robert y de sus tres hermanos siempre trataron con indiferencia a sus hijos, circunstancia que derivó en un comportamiento antisocial de los jóvenes Shulman. El carácter de por sí amargo de Robert escaló al morir uno de sus hermanos de complicaciones a causa del linfoma de Hodgkin. Fue la época en que Robert comenzó a tener pensamientos suicidas que nunca llevó a cabo.
En la high school y en el barrio donde vivía, el adolescente se volvió sumamente impopular al no participar en ninguna actividad social. Al morir el padre de Robert, su madre, Mildred, se volvió una viuda alegre que ocupaba su tiempo en eventos sociales.
En 1976, Mildred falleció de un ataque cardiaco y otro de los hermanos, Steven, se suicidó. Solo quedaron Robert y su hermano menor, Barry. Robert y Barry se mudaron a Hicksville, donde rentaron un par de departamentos y obtuvieron empleo en el servicio postal local en West John Street.
La socialización de Robert con sus compañeros de trabajo fue nula y todos señalaban que la introversión de Robert era patológica. Sin embargo, había un lugar en el que Robert se sentía a gusto: los antros del distrito rojo local.
Entre agosto de 1991 y diciembre de 1995 una ola de asesinatos de prostitutas sacudió varios puntos de Nueva York. Los cuerpos de varias de ellas aparecieron desmembrados en bolsas de basura y sin manos.
La presencia de un Cadillac azul en diversos puntos de los distritos rojos de Nueva York condujo a los investigadores a la detención de Robert Shulman (6 de abril de 1996), quien se declaró culpable de la muerte de cinco prostitutas.
Shulman explicó que recogía a sus víctimas en los antros locales, para después llevarlas a su departamento, donde las mataba después de tener sexo con ellas.
Tras desmembrar a las mujeres, Shulman acomodaba los restos en bolsas de basura de plástico y las distribuía en varias ciudades aledañas. Los restos de las víctimas presentaban amputación de manos, esto con la idea de evitar la identificación de huellas dactilares.
Inicialmente fue condenado a muerte por uno de sus asesinatos, pena que se cambió por cadena perpetua. Murió a los 52 años por causas naturales.