Los sucesos violentos de este país no pueden ignorarse, ni tampoco cubrirse de maquillaje como si se tratara de hacer pasar a una dama otoñal por jovencita. Tarde o temprano la realidad se encarga de mostrar el verdadero rostro con todas las cicatrices y heridas sangrantes del territorio nacional. El horror es verídico y no se pueden cerrar los ojos o ignorar.
A finales del siglo XIX, en una ranchería cercana a Tlacotalpan, Veracruz, nació Juan Rangel Uscanga, conocido como tío Rangelillo. Además de dedicarse a las labores del campo tocaba la guitarra. Esto le permitía alternar en sus ratos libres cantar boleros y sones jarochos, hasta que llegó la Revolución. Dejó entonces los temas románticos y festivos para dedicarse a los corridos. Con ingenio e intuición, comenzó a componer también los suyos, basándose en lo que leía o le contaban.
En las calles de la Perla del Papaloapan, y poblaciones como Alvarado, Cosamaloapan, Tres Valles, e incluso el puerto de Veracruz, el tío Rangelillo daba noticia de lo que sucedía en el Norte con Villa, en Morelos con Zapata, y en la capital con la decena trágica encabezada por el chacal Victoriano Huerta. Como un auténtico mensajero del pueblo daba las noticias con su voz y las seis cuerdas de su vieja guitarra.
Los tiempos convulsos de las dos primeras décadas de México fueron reseñados por el tío Rangelillo. Como suele suceder la censura implacable dirigida por militares en el poder lo hicieron huir muchas veces. Igual que ahora, no a todos les agrada saber que la verdad se manifieste. Las balas de entonces no lo tocaron, pero años después la tuberculosis lo obligó a colgar la guitarra y a despedirse del mundo.
En la actualidad, fuera de los medios profesionales, artistas y lo que se comparte en redes sociales, surge la pregunta: ¿quién o quiénes serán los encargados de dejar testimonio para el futuro de lo que ahora se vive? Nadie en particular, sin duda que seremos todos, porque todos lo estamos viviendo, muy cerca o lejos de donde suceden los conflictos, y eso quedará para la Historia: un México Violento, en el que nadie quisiera vivir, pero debe hacerlo, porque no nos queda otra.