En esta Navidad quisiera hacer un brindis por el alcoholímetro. Este programa, cuyo nombre oficial es “Conduce sin Alcohol”, lleva operando más de 20 años y es responsable de salvar cientos de vidas.
El alcohol es una de las principales causas de accidentes viales. Su consumo en exceso inhibe los reflejos y provoca un exceso de confianza al conducir. Temporadas festivas como esta son particularmente peligrosas. Cualquier esfuerzo para limitar el daño que pueden causar quienes manejan bajo estado de ebriedad debe ser celebrado.
No cabe duda de que el alcoholímetro ha sido un éxito. Se estima que ha contribuido a reducir hasta 70% las muertes por accidentes de tránsito. En un contexto en el que más de 700 personas perdieron la vida en Ciudad de México en 2022 por esta causa (y cerca de 16 mil a escala nacional), hay mucho que agradecerle a este programa.
Su impacto no se limita a detener unos cuantos conductores borrachos en los retenes que, pese a que se amplían en estas fechas, son incapaces de detectar a todos los infractores. La simple existencia del alcoholímetro actúa como un poderoso disuasivo: nadie quiere pasar 36 horas en El Torito. Quiero pensar, además, que el programa ha ayudado a crear una mayor conciencia en la población del peligro de conducir en estado de ebriedad.
Los beneficios del alcoholímetro van más allá de las vidas salvadas, también ayudan a prevenir lesiones al disminuir el número de accidentes. Sumemos, además, los beneficios económicos. Los accidentes viales generan pérdidas de miles de millones de pesos al año debido a daños materiales, gastos médicos y pérdida de productividad. Al reducir estos incidentes, el alcoholímetro está generando ahorros significativos a la sociedad.
La tecnología para detectar el nivel de alcohol se ha convertido en una herramienta cada vez más útil. No sólo facilita el trabajo de los policías que realizan los operativos, sino que también está disponible para los conductores. Ya existen dispositivos que se conectan a los celulares y permiten medir el nivel de alcohol en la sangre, promoviendo así el autocontrol (una idea para un posible regalo de Navidad). Pero la tecnología también ha traído problemas. Usar el celular al mismo tiempo que conducir puede ser tan peligroso como manejar en estado de ebriedad.
Uno de los objetivos del alcoholímetro es promover un cambio en la población acerca del riesgo de conducir borracho. Nadie sabe la tragedia que puede provocar un accidente hasta que la vive o le toca a un ser querido. Estoy seguro de que ser detenido y enviado al Torito puede persuadir a la gente a cambiar sus hábitos.
Soy consciente de que hay críticos que ven al alcoholímetro como una invasión a su privacidad y un aumento del estado de vigilancia. Aunque entiendo los argumentos, considero que los beneficios del programa superan sus inconvenientes. Entre fiesta y fiesta, encontremos la ocasión para celebrar el alcoholímetro.