Escalofríos se sintieron en el país a raíz del anuncio de Trump sobre su intención de imponer tarifas de 25% en las importaciones mexicanas tan pronto llegue a la presidencia el 20 de enero. De llevarse a cabo, esta medida provocaría una profunda crisis económica. Aunque parece que es simplemente una estrategia para presionar al gobierno de Sheinbaum a reforzar el control migratorio y combatir el tráfico de drogas, la guillotina está presente.
De poco sirve saber que una postura proteccionista como la que anunció Trump viola el T-MEC; el cual, paradójicamente, fue negociado por él durante su primer periodo presidencial. Cualquier controversia tomará tiempo en resolverse y, mientras tanto, sufriremos las consecuencias. Y aun cuando la resolución fuera a nuestro favor, no se ve factible que el autodenominado “hombre tarifa” la respete.
De entrada, vale la pena estar conscientes de que la relación entre México y EU es asimétrica. La economía estadounidense es casi 20 veces más grande que la mexicana, y nuestro país depende mucho más del comercio exterior (con más de 80% del PIB) que EU (apenas el 25%). Además, la concentración es desigual: más de 80% de las exportaciones mexicanas tienen como destino EU, mientras que estas solo representan el 15% de las importaciones totales de nuestro vecino del norte.
Pese a que la posición de EU es más fuerte que la nuestra, existen elementos para pensar que el escenario más negativo, el de aranceles de 25% a todas nuestras exportaciones, es poco probable. La integración de las cadenas de suministro entre EU y México es demasiado profunda. Buena parte de nuestras exportaciones, por ejemplo, provienen de empresas automotrices estadounidenses que operan en el país. Por lo mismo, podemos esperar que buena parte del sector privado de EU realice un cabildeo intenso para evitar que Trump cumpla con su amenaza.
Otro elemento a nuestro favor es que un aumento en tarifas sería inflacionario para EU, lo último que le conviene a Trump. Al final de cuentas, los aranceles son impuestos que termina pagando la población. En otras palabras, los consumidores estadounidenses también pueden ser nuestros aliados.
Después están las medidas que puede tomar el gobierno mexicano para defenderse. Sheinbaum eligió una postura inicial de confrontación: “a un arancel, vendrá otro en respuesta”. Ya veremos si esta es la estrategia más conveniente ante alguien tan visceral como Trump. También podemos recurrir a la palanca que tan bien utilizó López Obrador de ajustar el nivel de control sobre la migración.
Al final de cuentas, tendremos que atender las demandas de Trump en cuanto a la migración y tráfico de drogas; o por lo menos hacerlo sentir que las estamos atendiendo. En el mismo sentido, es probable que tengamos que limitar la inversión de China en nuestro país. Una prueba de fuego será si el gobierno acepta la construcción de una fábrica del gigante de coches eléctricos, BYD.