A un año de haberse inaugurado, el Tren Maya no marcha. Transporta menos de una quinta parte de su meta de pasajeros y todo apunta a que jamás recuperará su inversión.
La idea era buena: fomentar el desarrollo del sureste de México, una región históricamente marginada, mediante una inversión multimillonaria. El problema es que la obra estuvo mal planeada y mal ejecutada. Más allá del mayor daño ecológico que causó, el costo del Tren Maya se disparó muy por encima de lo esperado. De un presupuesto inicial de 140 mil millones de pesos, se estima que la cuenta final supere 500 mil millones. Para poner esta cifra en contexto, se hubieran podido construir no uno, sino dos aeropuertos de Texcoco con esta inversión. Y no hay comparación del impacto que habría tenido en el desarrollo económico del país el NAICM en relación con el que tendrá el Tren Maya.
Resulta paradójico, además, que después de que López Obrador criticó severamente el sobrecosto de obras relevantes de otros sexenios, la que representó la más costosa del suyo rebasó en más de tres veces su presupuesto.
De los 3 millones de pasajeros que tendría que transportar el Tren Maya al año, en los primeros 10 meses de operación se han subido menos de 500 mil. Se critica su baja velocidad y la ubicación de las estaciones.
Otros proyectos emblemáticos de López Obrador también han tenido comienzos lentos. La refinería de Dos Bocas, por ejemplo, tras costar más de 300 mil millones de pesos e inaugurarse el 1 de julio de 2022, no refinó un solo barril de petróleo en octubre. El AIFA está lejos de transportar un número significativo de pasajeros a más de dos años de arrancar.
A diferencia del AIFA, en el que se ha impulsado su lento crecimiento obligando al AICM a reducir el número de vuelos por hora y a trasladar sus operaciones de carga a Santa Lucía, el gobierno no puede forzar a la gente a subirse al Tren Maya. Lo que sí puede hacer (y está haciendo) es ofrecer descuentos y ofertas. No ha sido suficiente. Habrá que ver qué tanto ayuda la adición del tren de carga el próximo año, pero puedo apostar que pese a todos estos esfuerzos no estará ni cerca de recuperar la inversión.
Habrá quien diga que el rendimiento de un proyecto público no solo debe medirse en términos financieros, sino que también hay un elemento social a considerar. De acuerdo, pero aun desde este ángulo debe existir un criterio de evaluación, como monto de inversión sobre impacto social. No veo cómo el Tren Maya puede calificarse de un éxito en este sentido dado su costo.
Un beneficio que sí aportó fue político. A pesar de que el proyecto fue muy criticado desde una perspectiva ecológica y de que se anticipan pérdidas financieras enormes, los votantes del sureste apoyaron contundentemente al partido de López Obrador en las últimas elecciones.
Sigo pensando que el Tren Maya, bien planeado y ejecutado, era buena idea. Lástima que no fuera así.