Sí se puede estar peor

  • Columna de Katya Morales Prado
  • Katya Morales Prado

León /

Vivimos en este país tiempos realmente violentos, tanto en las calles como en la vida constitucional, nunca antes se había visto tanto antagonismo de la sociedad frente al trabajo legislativo. El país está completamente dividido entre los que apoyan las políticas de gobierno implantadas por Morena y aquellos que son opositores absolutos a sus propuestas.

En México sabemos que nunca pasa nada, que la cárcel es para los pobres y para los tontos, que con un poco de dinero y habilidad es posible delinquir sin tener consecuencias, que es más fácil meter a la cárcel a un peón por robarse dos varillas, que a un político por robarse millones. La mentira es una actividad no castigada; no hay problema en que se mienta al dar informes, o responder preguntas; se pueden decir todas las mentiras que se quiera, sin que se tengan consecuencias.

Justamente es el hartazgo social que se enfrenta en Latinoamérica de toda esta mentira e impunidad, lo que hace a la sociedad querer creer en la magia. Una gran mayoría desea que estos líderes carismáticos que le hablan al más desprotegido, al que más violentados ha visto sus derechos, al que sí meten a la cárcel y que le promete cambio y justicia, sean la solución.

Sólo se les pide a cambio fe ciega, una confianza absoluta y cero cuestionamientos. “El pueblo Bueno”, está muy lastimado, ha sido violentado una y otra vez a lo largo de sexenios, y busca de una manera desesperada creer, ¡Quiere creer, lo necesita! La moneda de cambio que se le solicita es esa confianza absoluta y ciega en las acciones del gobierno, y el pueblo se la da, porque es la última esperanza frente a todo el ultraje que ha recibido siempre.

Así es como se crean gobiernos como el de México, Venezuela o Bolivia, en el que, teniendo mayoría del congreso, la presidenta hace lo que se le ocurre sin freno alguno, ni siquiera topes de cuestionamiento moral.

Se está llegando al grado de aceptar la militarización del país, de aceptar la presunción de culpabilidad y de dar por cierto todo lo que diga la presidenta, porque la gente está harta de la impunidad, sin embargo es un hecho que “estamos incendiando la casa para matar las cucarachas”, el camino que estamos tomando es el de Constitucionalizar la militarización del País, el de doblegar los derechos humanos y una vez que tengamos un lugar donde imperen el miedo y la violencia, donde la creación de presuntos culpables sea todavía más cotidiana y donde los derechos humanos sean cosa del pasado.

Entonces nos daremos cuenta que sí se podía estar peor, que se puede estar sumido en la impunidad, en la violencia y en el desamparo, bajo el mando militar y todo esto elevado al rango Constitucional.


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