Uno podría pensar que el autor de nuestro himno es uno de esos charros de pura sangre, cuyo carácter se formó en medio de las llanuras de cactus, tomando tequila y habitando algún lugar decorado con la imagen de la Virgen de Guadalupe y la bandera nacional. Pero no, no es así. El autor de su música, Jaime Nunó, fue un catalán del Pirineo, que Santa Anna conoció en Cuba, antes de asumir la presidencia en 1853 y que invitó a venir a México. El compositor de la letra, Francisco González Bocanegra, era hijo de un español que tuvo que abandonar el país, después que entró en vigor la “Ley de expulsión de los españoles” de 1827. Así que algo tienen de razón los que dicen que nuestro himno fue compuesto por extranjeros. Permítame contarle algunos momentos de su historia.
En el año de 1854, se celebraba en México el triunfo del ejército mexicano sobre las fuerzas militares del general Barradas. Veinticinco años antes, en 1829, el militar español, procedente de la isla de Cuba, había tratado de reconquistar México. El ejército mexicano, encabezado por los generales Antonio López de Santa Anna y Manuel Mier y Terán derrotaron a los invasores, que se rindieron el 11 de septiembre de 1829, en Pueblo Viejo, a las orillas del río Panuco. La capitulación es el motivo del famoso cuadro de Carlos Paris, que se encuentra en Palacio Nacional.
Por cierto, en ese cuadro se puede apreciar muy bien al general Santa Anna luciendo en la cintura la cinta azul celeste. Se dice que el origen de la expresión “el que quiera azul celeste, que le cueste”, tiene su origen en que, en aquellos años, los generales de división portaban sobre el uniforme esa cinta.
La celebración de la rendición de Barradas fue muy jubilosa. En 1954 y bajo el marco de los festejos, surgió la idea de lanzar una convocatoria dirigida a escritores y músicos a fin de que se compusiera el Himno Nacional Mexicano. El concurso fue auspiciado por el gobierno mexicano. Primero se sometió a concurso la letra.
El ganador fue Francisco González Bocanegra, quien de niño tuvo que abandonar el país, porque su familia se vio afectada por las Leyes de Expulsión. Aunque la ley preveía que los españoles casados con mexicana podían permanecer en el territorio, su padre prefirió regresar a España. Después de diez años de vivir en Cádiz, la familia decidió volver a México e instalarse en San Luis Potosí. Poco antes, España había reconocido la independencia de México. En San Luis Potosí la familia González se dedicó al comercio. Convencido de que esto no era lo suyo, el joven González Bocanegra se trasladó a la capital de la República.
Hace algunas décadas, todo niño mexicano conocía la anécdota que había dado origen a la letra del himno. La novia de Francisco González lo había obligado a escribirla. Guadalupe González del Pino lo encerró en una habitación y le advirtió que de ahí no saldría si no componía un texto para participar en el concurso. Tres horas después, la composición, que posteriormente quedaría grabada en el himno, pasó por debajo de la puerta.
Mientras tanto Santa Anna, en su viaje a México, procedente de Cartagena, para ocupar una vez más la presidencia de México, pasó por La Habana. Ahí conoció a Jaime Nunó, un catalán que se desempeñaba como director de la Banda del regimiento de la Reina, y lo invitó a venir a México como director general de bandas militares. Ya en México, Nunó ganó el concurso para musicalizar el texto de González Bocanegra.
Sin embargo, anticipándose a los acontecimientos que culminaron con la derrota de Santa Anna, Nunó presentó su renuncia al cargo que le había procurado el dictador. Durante varios años, Nunó realizó innumerables giras con orquestas, hasta que se instaló de manera permanente en Búfalo, Estados Unidos.
En 1901 unos militares mexicanos descubrieron que vivía en esa ciudad y el Ayuntamiento de la Ciudad de México lo invitó a las fiestas patrias de ese mismo año. Jaime Nunó regresó a México en 1904 para celebrar los 50 años del Himno Nacional. Murió en los Estados Unidos el 18 de julio de 1908.
Por su parte, González Bocanegra, temeroso de que los liberales le causaran algún daño por sus servicios al gobierno de Santa Anna y su simpatía por los conservadores, vivía escondido en la casa de un tío. Durante el gobierno conservador había ocupado un puesto como censor de teatro y director del Diario Oficial. Entre sus composiciones se encontraba un poema dedicado al General Miramón. Falleció de tifo a los 37 años.
El 12 de octubre de 1942 sus restos, junto con los de Jaime Nunó, fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres de la Ciudad de México.
El himno tenía originalmente 10 estrofas, pero en el transcurso de los años se recortó a cuatro, que son la I, V, VI y X y el estribillo original. Las modificaciones se debieron principalmente por las referencias que hacía a Iturbide y Santa Anna. Por ejemplo, en la estrofa IV se decía que “Él será del feliz mexicano/ en la paz y en la guerra el caudillo/ él supo sus armas de brillo/ circundar en los campos de honor.”