En días recientes, mujeres que trabajan para medios de comunicación se han solidarizado con los y las periodistas que fueron sujetos de filtraciones a sus datos personales, así como con la reportera del New York Times, a la que el presidente de México exhibió en la conferencia de prensa “La Mañanera” al difundir su número telefónico privado.
Ambos hechos consuman un acto de violencia que busca intimidar y golpear la reputación de las personas dedicadas al periodismo.
Lo anterior, no solo tiene implicaciones para las víctimas con respecto a la vulneración de sus datos personales, sino que, al tratarse de personas dedicadas al periodismo, también vulnera el derecho de acceso a la información de la ciudadanía.
Ahora bien, a punto de conmemorarse el Día Internacional de la Mujer, el asunto también amerita abordarse desde la perspectiva de género.
En el caso de las mujeres dedicadas a medios de comunicación se trata de un acto de violencia digital, también conocido como ciberviolencia, la cual se ejemplifica con la difusión de los datos personales sin consentimiento previo -doxing- , amenazas, difamaciones, acoso, humillación y ataques que vulneran la libertad de expresión.
Pero ¿por qué es un acto preocupante? Por una sencilla razón: un jefe de Estado es la primera persona obligada a salvaguardar los derechos humanos de todas las personas, como lo estipula el máximo pacto político de este país llamado Constitución.
Sin embargo, lo que sucede es todo lo contrario.
El presidente López Obrador es el primero en aludir a la censura para venderse públicamente con una imagen de víctima y esconder al verdadero victimario, que es él mismo.
Al final estas formas de violencia van más allá del espacio virtual, generando consecuencias que pueden derivar en daños psicológicos, emocionales y físicos importantes.
Quizá no se jala un gatillo, pero la acción también conforma una severa amenaza.