En los últimos cinco años, la inteligencia artificial (IA) ha catalizado una revolución tecnológica sin precedentes, transformando la velocidad y la escala de la innovación en diversas industrias.
Para tratar de comprender esta aceleración, basta comparar los avances logrados hoy con los ritmos de desarrollo previos a 2018.
Antes de 2018, el desarrollo tecnológico, aunque innovador, seguía un progreso relativamente lineal.
Herramientas como los asistentes virtuales (Siri o Alexa) eran funcionales pero limitadas, y el procesamiento del lenguaje natural carecía de la fluidez que ahora exhiben los modelos de IA generativa.
En el campo médico, tecnologías como CRISPR comenzaban a generar terapias experimentales, pero las aprobaciones de tratamientos clínicos todavía estaban lejos de materializarse.
Asimismo, la automatización en industrias como la manufactura era considerable, pero dependía de sistemas rígidos y altamente programados.
Hoy, la IA genera un progreso exponencial, gracias a avances en modelos generativos y arquitecturas como transformadores, que ya revolucionaron áreas clave.
Tareas que antes requerían semanas de trabajo humano, hoy con la IA generativa se produce contenido escrito, código y diseños en minutos, (incluso segundos).
Con ello, se ha democratizado e incrementado la creatividad y la productividad en empresas y personas.
Hoy utilizando CRISPR, combinado con algoritmos de IA, se acelera el descubrimiento de terapias y optimiza su aplicación.
La aprobación de terapias editadas genéticamente, impensables hace cinco años, hoy son una realidad, por lo que las áreas de salud y biotecnología están experimentando avances exponenciales.
El desarrollo de chips especializados como GPU y TPU impulsó cálculos más rápidos.
Con algoritmos avanzados, hoy se pueden manejar volúmenes masivos de datos y aprendizaje contextual.
La disponibilidad de big data ha alimentado estos sistemas con millones de ejemplos.
Esta velocidad de avances exponenciales es asombrosa, y esto también plantea riesgos.
La automatización masiva amenaza empleos, y los sistemas de IA no regulados pueden exacerbar desigualdades tecnológicas entre países que ya están generando una mayor brecha de desarrollo y pobreza.
Estos desafíos subrayan la importancia de abordar la aceleración tecnológica con una gobernanza ética y equilibrada.