El premio a Murakami: al oficio de escribir, leer, correr… vivir

  • columna de Luis Felipe Guerrero Agripino
  • Luis Felipe Guerrero Agripino

Ciudad de México /

Si algo se puede considerar original en mis novelas, surgió gracias a la libertad… Sólo pretendía escribir algo a mi manera y reflejar con ello el estado de mi corazón. Nada más.

… El acto de correr fue integrándose en mi ciclo vital hasta formar parte de él, igual que mis tres comidas diarias, el sueño… correr pasó a ser un tiempo de silencio, un hábito decisivo para mi salud mental.

Haruki Murakami

El pasado 20 de octubre se le otorgó el Premio Princesa de Asturias de las Letras al escritor japonés Haruki Murakami. En resumidas cuentas, el jurado le otorgó esa distinción por su capacidad de abordar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo como la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización de las grandes ciudades, el terrorismo, así como la reflexión sobre el quehacer creativo. Su obra representa –sin proponérselo, en eso ha sido enfático– un puente entre la cultura japonesa con la occidental.

La extensa producción literaria de Murakami comprende novelas como Tokio blues, Kafka en la orilla, 1Q84, El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, entre muchas otras, en las cuales prevalece su singular surrealismo, lleno de magia y deslumbramiento.

A la ficción que prevalece en sus novelas, merece la pena destacar parte de su esencia personal que Murakami nos comparte en dos ensayos: De qué hablo cuando hablo de correr y De qué hablo cuando hablo de escribir. En esos ensayos, recíprocamente, vincula dos actividades: correr y escribir, o, escribir y correr. Narra por qué y cómo se involucró de lleno en ambas actividades, incorporándolas como parte esencial de su vida. Son de destacar acontecimientos y detalles que explican ambas pasiones. Por ejemplo, cuando decidió cerrar un bar que regenteaba para dedicarse de tiempo completo a escribir, asumiendo los riesgos que esa decisión representaba; o bien, cuando a los 33 años (ahora tiene más de 70), tras haber llevado una vida sedentaria, con problemas de sobre peso y con un consumo promedio de sesenta cigarros al día –“…los dedos me amarilleaban y todo el cuerpo me apestaba a tabaco”, refiere– decidió comenzar a correr.

Con el paso del tiempo Murakamise convirtió en corredor de fondo y ha participado en un buen número de maratones en diversas partes del mundo. Por lo que respecta a su obra literaria: ha sido traducida en más de 50 idiomas, convirtiéndose en un referente de la literatura moderna.

De los mencionados ensayos de Murakami se desprenden aspectos comunes en los oficios (si se me permite esa expresión) de correr y de escribir. Al correr, sucede un encuentro consigo mismo, se ejerce el privilegio de la soledad; surgen las ideas y se desechan las malas vibras. Al correr, el esfuerzo físico realizado suple la tentación de desahogarlo contra ciertas personas que –aunque justificadamente– pudieran ser las destinatarias de tal enjundia (Eso no lo dice Murakami, lo agrego yo). Además, en los maratones (a excepción de quienes compiten por los primeros lugares, que no es el caso del escritor japonés), no hay competencia como tal, se corre consigo mismo, con los tiempos y retos propios. En una carrera de maratón, el disfrute –y el martirio– sucede en todo el trayecto, y la sensación de la llegada, al cruzar la meta, es indescriptible.

En la escritura, nos comparte Murakami, también se disfruta el trayecto y la emoción al ver la obra concluida. Escribir es un momento de diversión, que surge de manera natural.También es un ejercicio en soledad que fortalece el estado de ánimo.En el oficio de escribir, tampoco debe prevalecer la competencia, sino la satisfacción consigo mismo, de manera tal que, incluso, sostiene el escritor japonés, sufrir por no ganar un premio literario esperado es un “torbellino insignificante”.

Como corolario, es de destacar una sugerencia imprescindible de Murakami: leer, leer… Exhorta, sobre todo a la juventud, a “tener siempre un libro en las manos. Cuantos más mejor”.

Al juntar esas tres actividades: escribir, leer y correr, y al conocer algunos rasgos de la experiencia compartida por Murakami, surgen reflexiones de variada índole. Por ejemplo, se pone uno a pensar en situaciones que aquejan a la sociedad contemporánea como las adicciones, problemas de salud física (obesidad, sobrepeso, diabetes, por mencionar algunos), así como graves problemas de salud emocional. En contrapartida, resaltan alternativas como la práctica del deporte (correr es una opción, no la única), de la lectura, de actividades artísticas, u otras que fortalezcan el cuerpo, la mente y el espíritu.

Ante los graves problemas referidos surge la tentación de echarle la culpa al gobierno o cualquier institución pública que nos venga en mente. Pero al leer a Murakami, emergen otras opciones que están más a la mano: el cambio de hábitos y asumir la disciplina como prioridad. Son cosas simples, pero en las cosas simples, sorpresivamente, solemos encontrar parte esencial de la vida y una manera propicia de ejercer nuestra libertad.

Ésas,y otras reflexiones nos dejan las lecturas de Murakami. Ojalá vengan muchas obras más de él, de los temas que se le ocurran, pues en una reciente entrevista, al preguntarle cómo seleccionaba los temas, dijo: “Yo sólo escribo lo que me da la gana”. Muy bien dicho.


Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.