Cuando más es menos y menos, es más

Ciudad de México /
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En un mundo en donde el azar está presente en todo momento, tener opciones siempre es importante. De hecho, la opcionalidad convierte una situación frágil, es decir, una situación que está sujeta a los vaivenes del azar, en una situación “antifrágil” (usando el término acuñado por Nassim Taleb), es decir, que se beneficia del azar. Sin embargo, una pregunta natural surge: ¿cuántas opciones son las adecuadas? La teoría económica clásica te diría que la mayor cantidad posible de opciones es deseable, ya que el agente económico será capaz, utilizando los 4 axiomas de la teoría de la utilidad de Von Neumann - Morgenstern, de eliminar las opciones no deseadas, y elegir la opción dominante, es decir, aquella que genera la mayor utilidad de todas las opciones disponibles. Pero ¿qué tan cierto es esto?

Richard Thaler, Premio Nobel de Economía en 2017, pone un ejemplo, que creo que más de un lector lo sentirá bastante cercano, respecto a la multiplicidad de opciones en su libro “Nudge” y de cómo más opciones no necesariamente es mejor. La anécdota, muy resumida, dice así: alguna vez, en una cena con colegas economistas en su casa, Thaler puso un tazón de nueces como botana al centro de la mesa. Todos se abalanzaron sobre ella, a sabiendas que pronto servirían de cenar. Al ver esto, Thaler decidió retirar el tazón antes de que sus invitados saciaran su hambre, cosa que fue agradecido, posteriormente, por todos los presentes. En la sobremesa, los asistentes, como buenos economistas, comentaron el tema: ¿Cómo era posible que todo mundo agradeció que se eliminara una opción (comer nueces), cuando la teoría dice que entre más opciones se tenga, mejor? La conclusión, después de una larga discusión, fue que no sabemos manejar demasiadas opciones.

Lo mismo sucede con la información. ¿Cuánta información es deseable? La teoría dice que entre más información tengas, mejor; que el agente racional será capaz de eliminar lo que es ruido de lo que no lo es, y podrá elegir la información adecuada para su toma de decisiones. Sin embargo, esto está muy lejos de ser cierto. Elegir cuál es la información correcta, la información útil, de una cantidad cada vez más abundante de datos, es bien complicado, sino que hasta imposible. Permítanme poner un ejemplo que, creo, podría estar sucediendo en los últimos meses con la inflación.

En la decisión de Política Monetaria de Banxico de agosto de 2021, la Junta de Gobierno decidió empezar a publicar sus pronósticos de inflación actualizados, cosa que antes hacía únicamente en el reporte trimestral de inflación. Con este cambio, pasaron de reportar sus pronósticos de inflación de 4 veces al año a 12 veces al año (8 comunicados de Política Monetaria y 4 reportes trimestrales de inflación). La decisión fue tomada muy al inicio del ciclo inflacionario de 2021-2022, y fue justificada bajo la idea de mayor transparencia. Dichos pronósticos buscaban hacer notar que la inflación sería temporal y que la convergencia se daría pronto. De hecho, en los pronósticos de agosto de 2021, la convergencia al 3% se iba a lograr en el primer trimestre de 2023 (cosa que no ocurrió ya que la inflación observada fue más del doble, en 7.5%).

En su momento, más información fue aplaudida por los analistas y, efectivamente, ayudó a mantener anclada la inflación, a pesar de que el pico resultó estar muy por encima de lo que inicialmente Banxico pronosticaba. Sin embargo, las cosas han cambiado, y lo que antes era visto como información oportuna, ahora se percibe como mero ruido. La convergencia al 3% ha sido postergada tantas veces (actualmente esperada hasta el cuarto trimestre de 2025) que cambios cada 8 semanas en los pronósticos (sobre todo al alza) resulta contraproducente para el anclaje de la inflación. El exceso de información, desde mi punto de vista, está empezando a jugar en contra del Banco Central.

¿Banxico debería, entonces, eliminar los pronósticos inflacionarios de su comunicado de política económica y volver a publicarlos únicamente de manera trimestral? La respuesta no es tan obvia. El problema radica en que eliminar información que el mercado ya acepta como “dada” puede traer, también, consecuencias negativas. Podría percibirse como un aumento en la opacidad por parte del Banco, la cual no será bienvenida, sobre todo, si la batalla en contra de la inflación aún no se ha ganado.

En el corto plazo no hay forma de eliminar el ruido que genera este exceso de información, y cuando eso sucede la responsabilidad recae, con todo su peso, en el analista/inversionista. En ese sentido, esta es una buena oportunidad para aprender a ignorar el ruido. Si bien no es fácil, en momentos como estos es necesario. Como dijo Nassim Taleb en su libro “Fooled by randomness”: “Prefiero leer poesía. Si un acontecimiento es lo suficientemente importante encontrará la manera de llegar a mis oídos”. Dejemos de tratar a las lecturas y pronósticos de inflación como si fueran datos de alta frecuencia (¡México es el único país en el mundo que publica lecturas de inflación quincenales!). No lo son. La convergencia a la meta de inflación es un proceso de mediano/largo plazo; pero que la inflación sea el centro del análisis cada quince días (lectura) o cada ocho semanas (pronósticos) solo refuerza la idea errónea de que nunca llegaremos a la meta.


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