¿Musk ya destruyó Twitter?

Ciudad de México /

Elon Musk es el hombre más rico del mundo y un factor geopolítico fundamental para entender lo que sucede a nivel global. No solo por el apoyo moral y económico que ha dado a la candidatura presidencial de Donald Trump —quien dijo que le daría un puesto en su gabinete—, sino porque domina industrias tan importantes como la satelital y la espacial —con sus satélites Starlink, es un factor decisivo en la guerra entre Rusia y Ucrania.

Además, y no menos importante, desde hace dos años es dueño de Twitter (hoy X), que en algún momento funcionó como una plataforma para compartir ideas, datos e incluso mostrar al mundo lo que los gobiernos no querían que se supiera, y que ahora es el lugar perfecto para la desinformación, la polarización y las teorías de la conspiración. En parte, gracias a que Musk la utiliza a su conveniencia y decide que, a veces, está a favor de la “libertad de expresión” y otras censura contenidos o a personas que no le gustan.

Para entender bien los dos años del desastre financiero, el despido del 75 por ciento de los trabajadores, huida de anunciantes y Musk rompiendo sus propias reglas de moderación de contenido, recomiendo leer el nuevo libro Character Limit, de Kate Conger y Ryan Mac. Pero más allá de ese derrumbe anunciado, hay que preguntarnos también si mediante X, una de las redes sociales más importantes, el hombre más rico del mundo va a determinar qué es la libertad de expresión, cómo se regula y a quién se beneficia con ella.

Hasta ayer, Musk seguía en una pelea personal y mediante X contra la justicia de Brasil. Desde hace tres semanas, los 21 millones de usuarios del país no pueden usar la red social. El Tribunal Supremo la bloqueó y le exigió nombrar un representante legal en ese país, además de bloquear cuentas por contener “expresiones de odio” y atacar a las instituciones democráticas. La mayoría de esas cuentas pertenecen a partidarios de Jair Bolsonaro, el ex presidente de extrema derecha, quienes afirman que la elección presidencial de 2022 fue fraudulenta.

La respuesta de Musk fue atacar, sobre todo, al juez del Tribunal Supremo Alexandre de Moraes, a quien llamó el “Voldemort” y “Darth Vader” de Brasil, además de dictador. Insistió en que la medida es una violación a la libertad de expresión, pero él mismo ha pedido que se bloqueen cuentas de periodistas que lo han criticado y, apenas en febrero, X bloqueó cuentas de granjeros que protestaban en India, como respuesta a una orden del gobierno derechista de Narendra Modi. Musk ha posteado también sobre teorías de la conspiración como el “Gran reemplazo” o el “Pizzagate”, y ha retado a golpes al dictador venezolano Nicolás Maduro.

Cuando adquirió Twitter en octubre de 2022, por el precio absurdo de 44 mil millones de dólares —hoy vale 90 por ciento menos, solo 4 mil millones—, Musk dijo que se convertiría en “la única red social que importa”, pero la realidad es que para marzo de este año ya había perdido 23 por ciento de sus usuarios. Su intención era que cientos de millones de usuarios pagaran por su servicio premium, pero según Kate Conger y Ryan Mac, solo lo han hecho algunas decenas de millones.

Musk ha convertido a X en su campo de juego, donde propaga las noticias falsas que quiere, ataca a líderes de países y desinforma a conveniencia. Será muy difícil revivir a Twitter, ese espacio que durante casi una década pareció ser un lugar de intercambio de ideas e información.


  • Mael Vallejo
  • Periodista. VP de Contenido de Capital Digital. Coordinador del libro 'Colapso México'. / Escribe cada 15 días (viernes) su columna Continente.
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