Anthony Bourdain cambió la forma en que vacacionan los estadunidenses y, con ello, la forma en la que lo hacemos todos. “Sé un viajero, no un turista”, es una de sus frases inmortales. En sus programas de TV, libros y entrevistas, insistió en la necesidad de abrirse al mundo y verlo siempre con los ojos abiertos: salir del hotel all-inclusive, comer platillos locales, hablar con la gente, oler y escuchar las ciudades, ver la realidad de los países.
En el documental “Roadrunner: A Film About Anthony Bourdain” muestran una entrevista que él realizó en Laos, en la grabación de uno de sus programas. En ese país Estados Unidos lanzó, de 1964 a 1973, más de dos millones de toneladas de municiones y dejó centenares más escondidas sin explotar, como parte de la guerra de Vietnam. Bourdain habló allí con un hombre que había perdido un brazo y una pierna por una de las minas terrestres abandonadas. Sin extremidades, no podía alimentar a su familia. Se sentía impotente y frustrado. Le preguntó a Bourdain, a través de un traductor:
—¿Tiene miedo de ver la realidad? —¿Miedo? No. Es doloroso, pero creo que es apropiado —contestó Bourdain—. Así debería de ser. Pienso que todos los estadunidenses deberían de ver los resultados de las guerras. Lo menos que puedo hacer al venir aquí es ver el mundo con los ojos abiertos.
A Bourdain le molestaba cuando a todos les gustaba uno de sus programas. Creía que los episodios debían generar conversación, debate, introducir nuevas ideas. Ser incómodos. Viajó a más de 50 países para presentarle a una audiencia —acostumbrada a viajar al mismo tipo de hotel y a comer la misma comida de siempre— lo que significaba ser un viajero, no un turista. Ver el mundo con los ojos abiertos.
En los últimos años, el porcentaje de personas que prefiere no ver al mundo de esa forma ha crecido. El Digital News Report 2024 del Reuters Institute for the Study of Journalism señala que hay un porcentaje récord de gente que evita intencionalmente enterarse de las noticias: 39 por ciento de la población, 10 puntos porcentuales más que en 2017. Las razones son que los medios de comunicación a menudo son repetitivos y aburridos, y que la propia naturaleza negativa de las noticias les hace sentirse ansiosos e impotentes.
Esto tiene sentido y hay poco de qué culpar a quienes buscan no informarse: estamos sobresaturados. Todo el día las redes sociales, los medios nuevos y tradicionales, y el mundo en general nos avisa que hay algo importante pasando en algún lugar. La mayoría de las veces, son malas noticias. Y la vida, quizá, ya es lo suficientemente complicada como para estar poniendo atención a la muerte de niños en Palestina y Ucrania, una nueva ley que criminaliza a los migrantes o un nuevo acto de corrupción de algún político. Los medios también hemos hecho muy poco para que esto sea distinto.
Pero, más allá de las culpas, es necesario recordar que este mundo solo es posible entenderlo al verlo en toda su complejidad. No hay forma de entender lo bueno sin conocer lo malo. A seis años de la muerte de Bourdain, el mensaje sigue siendo el mismo e igual de importante: ver el mundo con los ojos bien abiertos. Es doloroso, pero es lo apropiado. Todos deberíamos ver el resultado de nuestras acciones e inacciones para poder imaginar algo distinto.