Opina el periodista José Elías Romero: “México es el mejor país para los criminales”, y tiene razón en cuanto que hay mucho dinero circulando que permite múltiples formas de aplicarlo, incluso algunas veces comprando autoridades.
Otra razón es por el incómodo 124 lugar en el ranking mundial por la impunidad que prevalece, en donde solamente se castiga el 2% de todos los delitos que se cometen, sin incluir a los no denunciados. Esto se debe a la escasa confianza en la autoridad.
Al descubrirse finalmente que altas autoridades responsables de la seguridad han sido a la vez promotores o encubridores de la ilegalidad, deja una terrible impresión en el ciudadano medio, exclamando: “¿En manos de quiénes hemos estado?”
Ahora mismo existen varias ciudades en donde no existe autoridad que tenga capacidad de frenar los desmanes de los delincuentes, dejando aquellas campo libre para que prosigan los delitos.
Y a los habitantes, a evaluar sus pérdidas, cerrar sus negocios y reducir su afán de emprender.
Según el periodista, “Las dos peores derrotas de un sistema político contemporáneo son el fracaso de su autoridad y el fracaso de su libertad, porque tienden a excluirse”.
En algunos países en que se ha combatido con éxito al crimen con mano de hierro, según encuestas aplicadas, sus habitantes prefieren “poca libertad y mucha autoridad”; incluso hay gobernantes como el de El Salvador, consciente de algunas violaciones a los derechos humanos, poniendo a salvo a la sociedad de bandas como la llamada “Mara salvatrucha” que asolaba a la sociedad. Todos en la cárcel hoy.
En países como China Continental, hay poca libertad pero los habitantes gozan de protección, salud, trabajo y seguridad, lo que permite calidad de vida y el esplendor de su comercio internacional.
Al parecer México tendrá que optar lo más pronto posible, por ejercer mucha más autoridad aplicando medidas drásticas en la persecución de los delincuentes y contra aquellos que los protegen y quienes aplican “cómodas sentencias” o se escabullen por “fallas en el procedimiento”.
Sería un equivalente a la famosa frase de don Porfirio Díaz que pregonaba su “poca política y mucha administración”, desafiando la sentencia final de la Historia.
El mexicano de hoy, ¿estaría dispuesto a aceptar vivir en la seguridad a cambio de algunas “sutiles interpretaciones a la ley” al aplicarla drásticamente?
Es más importante la protección de los derechos humanos de los pacíficos.