Hace una semana de la muerte de Sinwar, unas cuantas del fin de Nasrallah. Hashem Safi al-Din, su aparente sucesor, fue asesinado en estos días. Ni los ataques sobre Gaza o Líbano bajaron de intensidad, ni los rehenes han sido liberados. Vincular unos a otros no resiste a los hechos.
Netanyahu no le habla a Hamás al decir que terminará la guerra si entregan a quienes mantienen secuestrados, se dirige a los dispuestos a hacer el discurso de fácil repetición equivalente a la realidad.
Dejar de matar civiles contra la libertad de rehenes en manos de una organización que refrenda, para sí, sus razones de existencia en la muerte de esos civiles, no es estrategia para conseguir liberación alguna.
La coincidencia entre el gobierno israelí, Hamás y Hizbulá es significativa; la destrucción les es indiferente en su apuesta por convertir a los suyos en buenas víctimas. Sacrificadas, sacrificables.
Dos palabras han representado las imposibilidades en las mesas de negociación. Permanente o temporal, es la condición en disputa al cese al fuego a cambio de los secuestrados desde octubre pasado. Esa diferencia se ha usado para esquivar el objetivo.
La muerte de Sinwar no estrechará la brecha entre posturas. Debió abrir la posibilidad de negociar asumiendo su eliminación y la de la cúpula de Hizbulá como un triunfo suficiente, pero la embriaguez de la arrogancia pide más. En un evento, Preparándose para el asentamiento en Gaza, los ministros Ben Gvir y Smotrich llamaron a los gazatíes a irse a otro país. El último declaró que se asentarán porque es su tierra.
Hamás y Hizbulá se transformarán, pero no hay cálculo en imaginar su disolución. En cambio, pueden ser aún más agresivas; menos cobijadas por Teherán, lo que no es necesariamente un buen pronóstico. Si cada una queda por su cuenta no hay nada escrito.
El significado de coexistencia cambió, dejó de ser la integración. Faltan generaciones para ello. Este tiempo de nuestros fracasos que aún no terminan, parece garantizar como único logro conquistable la separación trágica para evitar las dosis de deshumanización y salvajismo.
Y de nuevo, cuando este episodio termine, el impedimento para cualquier opción será qué hacer con Jerusalén.