Siria. El año del nuevo país

Ciudad de México /

No es el año de la reconstrucción sino de su inicio. Siria es una lista inmensa de pendientes, resquebrajamientos y necesidades, mayor a la de otros lugares en su transición de una dictadura a la definición de su futuro. La ausencia de recetas para hacer países, sobre todo en estas condiciones, no rechaza los puntos de partida en la historia política ni evita crear y enfrentarse a sus contradicciones y paradojas.

Ley, fuerza pública y educación, son entendidos como los pilares en la formulación de un Estado. Cualquiera. ¿Cómo se empieza a hablar de ellos, donde hasta hace unas semanas la violencia asesina de un feudo familiar pasaba de sus cinco décadas bajo amparo de la indiferencia, la ceguera ideologizada en buena parte de la comunidad internacional y la impunidad asumida como una condición?

Los casos de incidentes sectarios o de venganza contra comunidades como la alauita a la que pertenece la familia Assad, son menores a los reportados mediante campañas digitales que utilizan imágenes de años previos. Algunas, donde las shabihas —grupos armados bajo órdenes de Bashar— atacan a opositores, ahora son difundidas falsamente como acciones de afines al gobierno de transición. El hecho es posible gracias a que durante catorce años pocos atendieron lo que ocurría.

El ministerio de Educación avisó que eliminará como raíces de la nación en el próximo programa de estudio, las referencias al partido Ba’ath y al panarabismo que le cobijó. Sin ocultar su vocación islamista, también anunció la revisión de la historia preislámica en los libros de texto. La preocupación es de todos quienes defendemos principios liberales y seculares.

Mirada que busque y espere soluciones totales a las urgencias y aspiraciones sirias jugará con la desjerarquización de realidades o la utilización del dolor ajeno. La salida del infierno jamás es aséptica. Son los pequeños y lentos pasos aquellos que permitirán la posibilidad de un país que implora cotidianidades cercanas a la normalidad.

Entonces, surge la gran complicación, el obligado paso mayor: Constitución y elecciones. ¿Cómo se define el tipo de país que se quiere?

El gobierno de transición, cuya primera etapa tiene un límite ideal de unos cuantos meses, planteó en voz de al-Sharaa, su líder de facto, que elaborar una nueva Constitución tomará tres años. Hasta cuatro, para tener elecciones sólidamente organizadas. Si bien la fascinación por el instante puede ver en ello un exceso, hay lógica en la distancia.

Hoy, no hay censo que abarque el conjunto del territorio. Las pláticas con liderazgos políticos, tribales y religiosos apenas iniciaron. Con fallas sobre las que cae la duda, como la exclusión de la oposición formal al régimen de Bashar, pero admitiendo la eventual integración de algunos de sus miembros. Faltan diálogos en las provincias.

La Constitución de Hafez tiene fecha en 1973; la de Bashar, 2012. Fue un texto diseñado para su supervivencia en los albores de las Primaveras, enmendado luego para su perpetuidad. ¿Es posible trabajar bajo nuevas enmiendas?

Para aproximarse en códigos latinoamericanos, con las obvias y abismales diferencias, el ejemplo chileno puede servir de guía. Quizá, es mejor dar tiempo y vigilarlo.


  • Maruan Soto Antaki
  • Escritor mexicano. Autor de novelas y ensayos. Ha vivido en Nicaragua, España, Libia, Siria y México. Colabora con distintos medios mexicanos e internacionales donde trata temas relacionados con Medio Oriente, cultura, política, filosofía y religión.
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