Se entiende el escepticismo de la distancia que pregunta si el futuro será peor, pero es una duda cuyo origen desconoce que no caben peores en la imaginación siria.
Si se tiene intención de comprender lo que viene para el país, es necesario el equilibrio entre la observación a la gobernanza de Hayat Tahrir al-Sham en el territorio que controló durante años, a las modificaciones como perseverancias de sus discursos e ideología y entre el temor frente al islamismo tradicional, así como los ajustes a las posturas de liderazgos políticos y religiosos dentro de las nuevas estructuras de gobierno.
No tiene que gustarme Tahrir al-Sham para reconocer que su mentalidad es ante todo doméstica, vinculada a lo regional pero no en absoluta sincronía como en líneas paralelas. No guarda interés en la cercanía de Teherán, quien tampoco está en capacidad de darla. Ni Palestina ni Israel los veo en la escala de prioridades que tiene por delante el orden y el traspaso institucional para un nuevo gobierno el próximo año. Sistema de justicia, educación, salud. Estructura económica.
HTS no se encuentra en terrenos completamente desconocidos, su administración en la zona de Idlib fue eficaz. El distanciamiento del yihadismo global para enfocarse en el control local se puede asemejar a los últimos años de sentido práctico de Hafez. Una aceptable convivencia religiosa, en un Estado confesional porque es Medio Oriente no podría ser de otra forma, pero con contenedores de conveniencia política. El más importante, una población agotada de pelear que reniega volver a una guerra.
El nivel de devastación obliga a una reconstrucción imposible sin cooperación internacional: la de países vecinos y el levantamiento de sanciones por el origen de Jolani y su organización. Esto, ya planteado en varias potencias, sólo es viable a partir del ejercicio de gobierno al interior.
Por formación republicana, Tahrir al-Sham no cabe en mis agrados, pero rechazar su pragmatismo y posibilidad de limitar radicalismos al interior de filas equivale a no ver la realidad. Una de pequeños pasos, en los que indudablemente habrá abusos, errores y espero pocas tragedias, difícilmente comparables con el lugar del que se viene.