Cuando caen las estatuas de los dictadores se condensa el simbolismo de la rabia, el agotamiento, la euforia por el fin de los peores tiempos. Si sobre los que vienen es admisible y recomendable el escepticismo, ponerlo por delante de las emociones del instante que se asumió no iba a llegar nunca es no asomarse al dolor, el sufrimiento, la violencia y devastación de estos casi catorce años. De más de cinco décadas con la familia Assad, en más de seis décadas del partido Ba’ath. Al derribar las estatuas no se piensa en el miedo de la incertidumbre, ni siquiera en una sociedad que aprendió a vivir en él, como afortunadamente pocos imaginan. Todos los que jalan las cuerdas atadas a los monumentos del horror saben la conformación y orígenes de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), la fuerza que derrocó al régimen; conocen al líder, Jolani, su llamado a las fuerzas oficiales cuando joven, su participación en el Estado Islámico, en al-Qaeda. Pero el momento es éste: cayó Bashar.
Cayeron los Assad, la Cuarta Brigada de su hermano Maher y el Mukhabarat, la policía secreta. Antes de entrar a Damasco, las fuerzas rebeldes descubrieron sus archivos en la ciudad de Homs. Miles de registros sobre cada paso de la vida de la gente, vigilancias sobre las vigilancias a una población sujeta a la sospecha y el control permanente. Durante medio siglo.
Estas horas son las de familias que por fin podrán reunirse, desaparecidos que quizá sean recuperados, de millones de refugiados con la oportunidad de volver, de prisioneros liberados y llevados a la demencia en las celdas de Sednaya, la Cárcel roja, la de los presos políticos, la de los métodos inventados de tortura en una década. Sí, aún en este tiempo se encontraron formas nuevas de hacer sufrir hasta la muerte. Solo el medioevo estaría orgulloso.
Se acabó la guerra civil. Pido a las dudas de hoy comprender lo que significa. En Siria los muertos se detuvieron en medio millón, nada más porque el mundo dejó de contarlos.
Durante once días ocurrió lo que nadie imaginaba. Desde hace unos años, la normalización de relaciones con la dictadura provino de los países de la región. También de parte de la sociedad. En un espíritu de supervivencia, se implantó la sensación de estar en esas raras ocasiones donde el mal realmente había ganado. El dominio iba a ser eterno.
Cambió el contexto. En estas páginas, la semana pasada, a las horas del inicio de este capítulo que cerró una época, escribí del debilitamiento de Irán y el Hizbulá, ya sin su cúpula de liderazgos y con su infraestructura diezmada. Las fuerzas de respaldo a Damasco se dirigieron al sur, a Líbano. Rusia, apoyo histórico de los Assad, estaba tan enfocado en Ucrania que no poco de su equipo en las bases de la región de Latakia fue reasignado a Europa. HTS, en su evolución del jihadismo tradicional, llevaba años de metamorfosis a partir de los errores políticos de sus pares y tomó distancia de ellos en una, hasta ahora, aparente aceptación del secularismo y la protección de minorías. Luego de la guerra, en la desesperación por la inamovilidad, con más de 60 por ciento de la población en pobreza extrema, sin que nadie lo esperase surgió una oportunidad y la tomaron.
Efectivamente, HTS tiene una raíz islamista que a los seculares nos desagrada. Lo necesario es comprender de dónde viene el país. Entonces se entenderá la aceptación a la oferta de respetar credos, tribus, filiaciones.
Por lo pronto, en espera de conocer los límites de la retórica religiosa en el discurso de Jolani apenas entró a la gran mezquita de Damasco, la mezquita Omeya, es una señal positiva que HTS haya mantenido al primer ministro de Assad en su cargo, las instituciones queden bajo su supervisión y que éste haya anunciado la cooperación con su entrega en miras de un gobierno de transición.
Assad fue recibido en Moscú. Se alejan mis sueños de verlo en La Haya. La orden a sus fuerzas de no responder, entregar armas y uniformes deja suponer que falta para saber de su acuerdo con Putin. En las bases rusas, el personal tampoco opuso mayor resistencia. La elasticidad en los gobiernos de la zona ha sido pragmática. Si algunas voces en Irán, los países del Golfo e incluso en Israel daban avisos de preferir la supuesta estabilidad de la permanencia, los calificativos a HTS pasaron de ser el de terroristas a rebeldes.
El temor de ver en Siria una nueva Libia es comprensible, pero evita notar que las condiciones alrededor no son las mismas, potencias regionales e internacionales tienen otras preocupaciones en la mente. Teherán hacia sí misma, sin ruta para repartir armas; Rusia con Ucrania, Gaza, Líbano, Israel, Trump. No se trata de ser optimista en la simpleza, como de aceptar que la sociedad siria tiene suficiente preparación en el deterioro y, por ella, puede encontrar las maneras de responder al futuro.
No es una sociedad que descubre el autoritarismo y el sectarismo, sino que logró salir de ellos.
Es la reconformación de Medio Oriente.