En una semana de recurrentes apariciones musicales en diversos foros del país hay acompañamientos literarios de autores mexicanos que pueden ayudar a poner en perspectiva lo que han sido ciertos grupos (algunos nacidos en los años sesenta) y darnos algunas ideas sobre las razones de su permanencia. Es significativo el rescate de La nueva música clásica, de José Agustín, un libro doble, porque bajo ese título circuló uno en 1968 y otro distinto en 1985, de los que se incluyen ahora ambas versiones; y lo es también que en las mesas de novedades se le coloque junto a 1966. El año del nacimiento del rock, de Alberto Blanco, lector y discípulo de José Agustín.
El tomo que publicó el autor de La tumba y De perfil en el complejo año de 1968 es, sin duda, pionero en la crítica de rock en el país. Aparece en un momento en que esas nuevas agrupaciones no eran tomadas del todo en serio, pues se les veía como una moda pasajera. Eran cosas de los jóvenes. Y como se oían entonces, al rato vendría algo nuevo. Quizá llamaba a risa pensar que sus propuestas irían más allá del momento, y que incluso podrían ser consideradas seriamente con altos valores artísticos. De ahí la provocación de llamar al rock “la nueva música clásica” aunque, desde el arranque, el mismo José Agustín ponía en duda su título contundente, y que a la larga (dicho esto medio siglo después) resultó más que cierto.
Decía entonces José Agustín: “El título de este libro es una exageración. En realidad debió ser ‘una forma de la música clásica’, o algo así, más cercano a la objetividad. Sería ridículo afirmar que el rock […] es la nueva música clásica, pero yo creo que ya nadie negaría que el rock se ha convertido en una búsqueda musical digna, compleja y revolucionaria”.
Tampoco era fácil, en los años sesenta, hacerse de una buena colección de elepés, que eran caros y escasos; y algunos tenían que conformarse con lo que se escuchaba en la radio comercial… De ahí los varios méritos de José Agustín, que ofrece acercamientos monográficos completos, primero de los iniciadores, cuando se trataba de rock and roll, entre los que pueden ser mencionados Elvis Presley, Buddy Holly, Chuck Berry y Ray Charles; y luego de lo que se cocinaba en esa década desde la que escribe. Sabe mirar el presente, y lo observa como alguien que entiende que mucho de aquello iba a perdurar.
Hay una síntesis afortunada de lo que se vivió en los años sesenta en la industria musical, y tiene que ver con los Beatles; lo llama José Agustín un largo camino que va de “I want to hold your hand”, el inocente deseo de estrechar la mano, al verso final de una pieza del mismo cuarteto: “I’d love to turn you on”, excitación que ya implica profundas liberaciones y atrevimientos.
Mas en el paisaje de José Agustín no están solos los Beatles. Le da un gran valor a Bob Dylan, quien hoy ostenta en su hipotética vitrina el Premio Nobel de Literatura; y describe los hallazgos de los Rolling Stones, los Doors o Frank Zappa, entre otros. No faltan Eric Clapton y Jimi Hendrix, The Who y Procol Harum, una de sus bandas favoritas.
Es raro que José Agustín no haya valorado el riesgo que tomó en 1968 de tomar muy en serio al rock, ni los buenos perfiles conseguidos. Por lo que casi dos décadas después partió del mismo título, La nueva música clásica, como encabezado de otro libro, que puede ser más fino en ciertas descripciones, y abarcador de lo ocurrido en las décadas siguientes… El acierto editorial, ahora, es ofrecer ambos a los lectores, lo que implica en una visión enriquecedora.
En el tomo del 85 juega más con el lenguaje; muestra de ello son las variaciones de ciertos nombres, no necesariamente musicales, que tienen su gracia: Elvis Pelvis, Borge Luis Jorges, Peter Infante, Gustavo Sainete (para Gustavo Sainz), Charle Fountain (Carlos Fuentes) Bobby Graves (Robert Graves), Tovador Todol (Juan Tovar) o Pingo Starr (Ringo Starr). O dar al conocido reclusorio el nombre de Lecumberri Hilton.
Quizá el libro del 68 tenga mayor frescura y atrevimiento; el del 85 ya fue escrito bajo una perspectiva diferente, mejor acomodado socialmente y con una extensa colección de discos… En la nueva edición se agregan una coda, de la pluma de uno de sus hijos, José Agustín Ramírez, que intenta extender la historia a los años recientes; y un prólogo de Alberto Blanco. Como ya se mencionó, Blanco publicó este mismo 2024 un libro que sigue las enseñanzas de José Agustín y examina, luego de constantes escuchas de álbumes, lecturas y revisiones de material multimedia, los años centrales del rock, del 66 al 69, enfocándose en 1966, que es cuando algunos se dieron cuenta de que había realmente algo nuevo y renovador para la música popular, distinto al rock and roll clásico y a las grabaciones comerciales. Es eso a lo que se denominó rock, que aún resuena en los estadios del mundo.