A mi sustituta en el tiempo. Poesía de Elena Garro. Edición, estudio preliminar y notas de Patricia Rosas Lopátegui. Gedisa. México, 2024.
En 2016, cuando se conmemoró el centenario del nacimiento de Elena Garro, la Universidad de Nuevo León editó Cristales de tiempo, poemas de Elena Garro, un rescate a cargo Patricia Rosas Lopátegui. Pese a que el título fue retirado de las librerías por un conflicto con los herederos de la escritora, la aparición de este volumen se convirtió en una revelación, pues hasta entonces no se conocía su poesía.
Ya lo he hecho antes, pero no quisiera perder la oportunidad de destacar la labor encomiable y la dedicación de la investigadora Patricia Rosas Lopátegui. Quien como ocurre en la novela Testimonio sobre Mariana, da la impresión de que abrió un baúl de la escritora y desempolvó la obra. Se escucha sencillo, más no lo es. Durante más de tres décadas ha seguido el curso de la obra garreana, ha recopilado material inédito, testimonios sobre la autora como el de la China Mendoza que ostenta la presente edición, y también distintas versiones de un solo texto ya sea cuento, poema, guion, obra de teatro.
La dedicación de Rosas Lopátegui la agradecemos y apreciamos los lectores de Garro porque nos nutre cada vez con nuevos materiales, los cuales contribuyen a dar distintos matices de la admirada escritora.
Quiero enfatizar en esto porque luego hay personas que no comprenden el valor literario de Garro, poseen dudas o, peor aún, enjuician sin sentido. Nada de lo publicado después de sus obras más fecundas altera la visión que se tiene de ella. Porque la literatura mexicana alcanza altos vuelos a través de su prosa, de la construcción de personajes en la escena dramática y en sus testimonios que se ubican como ensayo personal.
Con la sola lectura de Los recuerdos del porvenir, las obras de teatro que se publicaron a fines de la década de los 50 e inicios de los 60, y con la compilación de relatos, La semana de colores, ninguna persona tendría duda del talante que permea en su obra. Lo que brinda la investigadora y académica de la Universidad de Albuquerque, Nuevo México, sirve para conocer a profundidad sobre la vida de la escritora y cómo se gestaron varios de sus textos. Porque vida y obra en Garro son una dicotomía unida a un mismo árbol, ese que crece dentro de ella para contarle de sus experiencias, viajes, amores, desamores, abandonos, renacimientos y olvidos.
Tomando en cuenta que optó por ejecutar varios géneros literarios fue, por así decirlo, una autora todo terreno: cuentista, novelista, dramaturga, ensayista, guionista y poeta. Una escritora inusual que no se callaba lo que pensaba, y que usaba la literatura como medio de expresión para enunciar lo que la incomodaba. Aunque ella lo sabía, esos actos de sinceridad sólo le iban a acarrear problemas y enemistades: ¿a quién le gusta que le digan la verdad sobre el lugar que ocupa en el mundo?
Imagino a Elena Garro como si hubiera sido una hábil esgrimista, en cada movimiento de su espada, con gracia y precisión, habría podido salir airosa ante cualquier combate. El enemigo a vencer, la mayoría de las veces, tuvo un nombre diferente: podría ser Octavio Paz, otras Bioy Casares, el amor, el desamor, luego la memoria, el implacable tiempo, la nostalgia, la injusticia social, la soledad.
Tuvo una vida complicada, condicionada a las circunstancias que, acaso, muchas veces iban en contra de su voluntad. Si para cualquier mujer es difícil tener comunicación con su ex marido cuando hay hijos de por medio, para Elena Garro también lo fue. Aquí no se pone en duda el talento de Octavio Paz, sino lo arduo que fue para ella lidiar con limitaciones, prejuicios y momentos de desasosiego.
A través de varios de sus textos es posible comprobar que Elena se casó enamorada, pero luego sobrevino la desilusión. En un tiempo en que las mujeres no podían decidir muchas cosas, es complicado emitir opiniones acerca de cómo actuó. Uno de los errores más comunes es intentar mirar el pasado con ojos del presente, sin ponerse en el lugar de la escritora. Lo que llama la atención es cuando ella decide romper el silencio y externar su malestar en distintos géneros literarios. Así dice adiós a la mujer sumisa, a la que calla porque así debe ser, y cede espacio a la que escucha primero su voz y luego a los demás; a la que arranca las cadenas, denuncia injusticias, se solidariza con la causa social de los hombres del campo para contribuir a que se elimine la injusticia y la discriminación.
Garro logró identificar que uno de los problemas sociales que aquejan a México es el racismo, algo que quedó anclado desde el tiempo de los conquistadores, quienes de forma desmesurada, dejaron el aguijón para que los mestizos se discriminaran a ellos mismos por su tono de piel y clase social.
El racismo es y ha sido la peor de las pandemias, la batalla por una identidad que se niega a desaparecer en aras de una imposición. ¿Cómo vacunarse contra el racismo? Garro, como lo describe Patricia Rosas en A mi sustituta en el tiempo: “En 1957 se involucra en la defensa de los campesinos despojados de sus tierras y dos años más tarde se le expulsa del territorio nacional por su activismo y por su supuesta conducta inmoral. En 1959 gana en un juicio las propiedades comunales de Ahuatepec, Morelos, junto con el líder agrarista Enedino Montiel Barona. El presidente de México, Adolfo López Mateos, en contubernio con Octavio Paz, la obliga a salir del país en febrero de 1959, para así aislarla de la vida política y de los movimientos sociales”. De esta manera, su activismo la trasladó a Nueva York y después a Europa, entre 1959 y 1963.
En este último año regresó a México y es cuando la novela Los recuerdos del porvenir, recibió el Premio Xavier Villaurrutia. Su idea de defender la causa agrarista no quedó descartada. Por esos años está a favor de la Reforma agraria y estableció una alianza con el líder Carlos Alberto Madrazo. Tras la Matanza de 1968, el gobierno la acusó —junto con Carlos Madrazo— de orquestar un complot para derrocar al presidente Díaz Ordaz y, al mismo tiempo, se difundió que ella dio información sobre quiénes eran los líderes del movimiento estudiantil del 68. La polémica en torno a la figura de Garro creció, la condujo a un exilio que emprendió en compañía de su hija, Helena Paz. Otra vez se repitió el itinerario, Nueva York, luego Europa, específicamente España y Francia. En España permaneció de 1974 a 1981, y en Francia de 1981 a 1993, año en que volvió al país.
La escritora vivió en Cuernavaca de 1993 a 1998. Gracias a Patricia Rosas Lopátegui podemos seguir teniendo noticias del mundo garreano, aunque ya se haya cumplido más de un cuarto de siglo sin ella.
De esos baúles mágicos han salido innumerables textos que sirven para conocer más de su vida y cómo se gestaba en ella la creación literaria. Somos testigos de varias versiones, de cómo se añaden las palabras para llegar a lo deseado. Mujer incansable, insumisa, adelantada a su tiempo. ¿Acaso es necesario cada determinado tiempo recordar su valor literario? Eso no ocurre con Rulfo, Fuentes ni con Paz, pero con Elena Garro se olvida, se le redescubre, se le aleja de la mesa de novedades, se le limita o, peor aún, se le distorsiona.
La vida azarosa de Garro marcó su escritura. No es lo mismo escribir a salto de mata, sin una fluidez económica, sin un cuarto propio como postulaba Virginia Woolf, sin la tranquilidad necesaria para emprender proyectos. No obstante, decidió no silenciarse sino continuar con ese enfrentamiento de espadas, como diestra esgrimista. Ya había perdido la posibilidad de vivir en su país, a su familia: sólo le quedaba su hija Helena Paz, compañera inseparable, y amigos escritores hispanoamericanos que reconocieron su talento.
¿Cómo es la poesía de Elena Garro? Pasa por distintas etapas y temáticas. Patricia Rosas la ordenó en cinco secciones: “La infancia en la memoria”, “Horror y angustia en la celda del matrimonio”, “A mi sustituta en el tiempo”: “Bioy, tú me diste una buena lección que yo ya no puedo enamorarme de nadie, ni siquiera de Bioy”, y “La poética del exilio”. Como indica la especialista en Garro, esta estructura pertenece al mundo exterior, tal vez a la disposición que nosotros como lectores queremos darle a la obra. Porque la escritora no deseaba caer en convencionalismos, pues su rebeldía se regía bajo otros parámetros y tiempos —quebradizos o inertes—.
En particular, destaca la fuerza que hay en la sección titulada “A mi sustituta en el tiempo”. El poema que lleva su nombre así como “Reproches a mi lengua”, en donde se visualiza como una “gata egoísta que nunca dice la palabra justa”, mientras que su oponente es un “tigre que juegas con las palabras a la pelota”. También sobresale “Me acuso”, un entramado de sinceridades con aires de Neruda y Sabines; además de “Explicaciones a Elena en la Montaña”, cuyo propósito es hablarle a su hija de cómo es México, su país.
Del fragmento en donde se refiere a Bioy Casares, figuran “Tu rostro”; “El solitario; “Este lado de la puerta”; “La prisionera”; “Vivaldi” y “En la memoria”.
En la poesía de Elena Garro la naturaleza ocupa un lugar importante, es el espacio siempre verde, el bosque, la montaña, los animales terrestres, las aves, los ríos, el viento, el mar. Todos esos elementos del exterior siempre están en un primer plano, y luego los intercala con cosas del interior la casa como los muebles, la biblioteca, prendas de vestir: la insistencia de darle vida a los objetos como si hubieran salido de un cuadro de Dalí, De Chirico o de Magritte. Garro, poeta, se desprende de lo inanimado, hace que confluyan con el exterior, que deambulen y tengan un propósito en común: vaciar su alma, contar todo lo que pueda de su estado interior. A veces permanece ahí, otras se renueva y en ocasiones lamenta lo perdido.
En sus versos también fluye la corriente del realismo mágico, aunque a ella no le gustaba que la mezclaran en esas aguas. Acaso habría preferido un río subterráneo, uno que sólo ella conociera por donde ingresar y salir, y que, en cierto sentido, pudiera ser privilegiada al emplear ese recurso a su antojo. Mas lo que en realidad importa es que, a través de estos textos, exhibe un caleidoscopio de su vida. Esos multisensoriales Cristales de tiempo, de un tiempo recuperado, se extienden cual prismas nítidos y luminosos. Imperan las tonalidades verdes, amarillas, naranjas y los colores ocres, con raíces de tierra bien afianzadas hasta arribar al gris. El negro es la muerte, la desolación, el abandono, la caja de pandora de la incertidumbre.
La poeta cree en Dios, en el cielo y en el infierno. A veces Garro acaricia la concepción religiosa de Dante, porque sus versos están cerca de una epopeya devota que narra con realismo un viaje. Dante en la Divina comedia refleja el peregrinaje del ser humano en busca de la luz, y esa luz es el descubrimiento del hombre hacia Dios con ayuda de la razón (representada por Virgilio), y la fe (encarnada en Beatriz). Para Elena Garro, el lugar al que quiere volver es la casa de su infancia, su paraíso, el espacio donde se siente bien y en paz con sus seres queridos, sus hermanas, sus padres, el primo Boni. Ella busca la luz y, con ayuda de su rebeldía, descorre el velo de lo convencional. Su fe está en Dios y conoce los límites que rodean su concepción religiosa. Como es arriba es abajo, diría Paracelso.
Gracias al acercamiento que ofrece Patricia Rosas, se puede vislumbrar que Elena Garro era una alquimista: en medio del caos buscaba la transformación. Pero no sólo de los elementos de la materia sino también una mutación interior. Cambios de piel. La Elena Garro que escribe teatro no es la misma que concibe Andamos huyendo Lola. Ese ha sido otro fracaso de la crítica literaria con Garro, quererla ver y leer como si no evolucionara. Cada situación favorable o adversa la hicieron desenvolverse, crecer, abrazar su pena y renacer de las cenizas como el ave fénix.
Cuando podamos entender esa transformación de la autora, nuestra percepción será distinta.
Como decía anteriormente, ella ya alcanzó la cúspide de su carrera literaria, el reconocimiento. Lo que ahora descubrimos son esos pequeños cristales que nos ayudan a ver otra perspectiva de ella como creadora. Pudiera ser un interesante palimpsesto; es decir, lo que conocemos de Garro conserva huellas de la escritura anterior en la misma superficie y esos registros son los poemas. ¿Es posible que primero escribiera poesía y más tarde los capítulos de Los recuerdos del porvenir? ¿Acaso en un primer momento esa poesía fue invisibilizada expresamente para dar lugar a la soltura que admiramos en su prosa?
“En la memoria/ hay rastros de serpientes/ jeroglíficos trazados en jardines/ palabras secretas en la arena/ guedejas de caminos que se encuentran/ el porvenir escrito en signos/ y en el centro del laberinto, tu nombre. // En la memoria/ hay ventanas abiertas al perfil de la luna/ paisajes minerales/ ramas de pájaros/ estrellas pegadas a los vidrios/ ardientes soles/ cayendo en la boca del infierno/ oscuros visitantes/ embozados en azufrosas capas/ el círculo de una falda roja/ y tus diez dedos inventando la tarde. // En la memoria/ hay rejas y un brazo de mar/ azul y solitario/ abriéndolas, cerrándolas/ en un ir y venir de espumas”, escribe Elena Garro.
Elena Garro es alquimista de la palabra porque transmuta los elementos de la naturaleza con los objetos inanimados del interior de una casa. Hace que un río corra entre los muebles y q
ue las palabras naveguen sobre la mesa de un café. Magia y alquimia, diría Marguerite Yourcenar.