El funeral. Mauricio Montiel Figueiras. Salto de página. Barcelona, 2024.
A través de una novela epistolar, Mauricio Montiel Figueiras (Guadalajara, 1968) rinde homenaje a uno de los narradores que más han llamado su atención, Leonardo Sciascia. Es la historia de lo que ocurre en un pueblo siciliano, en donde una familia ha quedado dividida: por un lado, la madre y la hija, Annunziata; por otro, el padre, el hijo, Alessandro; y la abuela, a quien llaman Madre Aradia. La nonna es la matriarca que tiene poder en distintos ámbitos: en lo social, político y espiritual. Así como Sciascia en sus novelas expone los alcances de la mafia, los vínculos del crimen organizado y la fuerza del catolicismo en el universo siciliano, aquí se crea a Madre Aradia, personaje que recuerda que el poder se legitima entre los lazos familiares y la pleitesía que le profesan los habitantes de la región. La abuela ejerce una alienación parental para separar a su hijo de su esposa y de su hija, es quien divide a los hermanos y se interpone en el destino de una familia que nunca volvió a ser la misma.
El autor ha elegido la epístola como herramienta narrativa. El punto de partida es El funeral de la abuela y lo que vino después. Las cartas de Alessandro a su hermana dan cuenta de lo ocurrido. El lector es testigo de esas revelaciones, descritas con la confianza entre hermanos y las referencias de sucesos no del todo explicables. Un halo de misterio cubre a la vida de Madre Aradia y, en cierta forma, a todas las personas que se relacionan con ella, antes y después de su muerte. Esas situaciones enigmáticas, acaso pueden asimilarse como una referencia a los relatos de Amparo Dávila que escudriñan distintas posibilidades de la realidad. Si bien Dávila hace que sus personajes se enfrenten al miedo, la soledad, a la locura, a presencias inquietantes e, incluso, la muerte, en este terruño siciliano también acontecen escenas perturbadoras que desafían convencionalismos. Ubicada en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la historia de Montiel Figueiras posee la intención de recuperar, a través de los chismes que se suscitan en el pueblo, lo que acontece durante el deceso de la abuela.
La referencia a Dávila cobra fuerza si se toma en cuenta el carácter dual del libro; es decir, es una correspondencia entre hermanos y una recopilación de historias, cuyo hilo conductor es la presencia de la nonna. Relatos sobre desaparecidos, decapitados, videntes, asesinados, acompañados de la triada (el Amo, el Señor de la Moscas, el Señor de las Hormigas), religiosos, empresarios, entre otros. “¿En qué instante nuestro pueblo se convirtió en polo de atracción de energías provenientes de regiones que hasta donde entiendo no se hallan emplazadas en el mundo material, aunque me resulta extremadamente difícil imaginar algo que escapa a la vista ya que desde que tengo uso de razón he sido un fiel creyente en lo concreto y en lo palpable?”, se pregunta Alessandro en una de sus misivas.
Llama la atención que la mirada del escritor se centre en recuperar una forma de escritura como lo es la carta. Hoy que ya el correo convencional es algo en vías de extinción, pensar que alguien escribe cartas se convierte en un rescate, una mirada al pasado, una confesión, en donde poco a poco se irán revelando secretos. La voz de los protagonistas se convierte en un acto de justicia, en una necesidad de hurgar en la memoria. Tal vez porque, tras el fallecimiento de la abuela, ya nada ni nadie volvió a ser el mismo. Alessandro sabe que, a través de sus cartas, reconstruye una historia para su hermana, pero también con esos fragmentos se recupera de haber vivido en una atmósfera distorsionada. Porque tanto él como Annunziata son sobrevivientes del desasosiego, del caos familiar.
La carta está directamente emparentada con el ensayo literario. El Yo se aventura y descorre el velo del pudor. Como una bitácora de la cotidianeidad, reconforta el espíritu del destinatario que sólo se adentra y no corre riesgos. En Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar elige la misiva como medio literario para que el emperador Adriano detalle su visión del poder, el arte, sus pasiones, la herencia que recibe y lo que le dejará a su sucesor, Marco Aurelio. Claro que con Yourcenar se trata del hombre más importante y poderoso del mundo, hay una necesidad de mostrar la injerencia de Adriano en el destino de Roma y, al mismo tiempo, la escritora es cautelosa, procura no irrumpir con situaciones poco creíbles, pues se documentó demasiado para evitar caer en esos errores. Montiel se propuso escribir una novela epistolar, es probable que tomando en cuenta libros ejemplares como Frankenstein de Mary Shelley; Lady Susan, y Orgullo y prejuicio de Jane Austen; Cartas del Papa Celestino IV a los hombres de Giovanni Papini, y Cartas de una desconocida de Stefan Zweig, entre otros títulos. Aunque el intercambio epistolar entre los hermanos se ve interrumpido porque el peso de la narración recae en lo descrito por Alessandro, esta suerte de monólogo le otorga al escritor la posibilidad de consolidar la historia y evitar riesgos. La serie de fotografías que dan cuenta del funeral son el hilo conductor de las confidencias y reverberaciones en torno a lo acontecido.
Las últimas cartas de Annata, como le decía cariñosamente su padre, y la recuperación que hace de unas postales enviadas a su madre, descubren la identidad de la matriarca. Porque, como dice Alessandro, “Madre Aradia, eso terminé por comprender perfectamente bien al paso de los años, se hallaba más cómoda en la sombra, como si fuera el hábitat natural de donde era capaz de germinar y evolucionar y emitir su propio brillo mortecino sin que nadie la turbara”.
El funeral es una historia turbulenta como lo es la figura en la que está inspirada. Diana es una diosa que tuvo una hija con su hermano Lucifer, de esa relación nació Aradia o Herodias. Aradia o el Evangelio de las brujas es un libro escrito por Charles Leland, publicado en 1899; aborda los credos y ritos de un movimiento religioso oculto, relacionado con la brujería que se practicaba en la Toscana. Lo escrito por Leland se convirtió en una pieza clave del neopaganismo, culto politeísta que romantiza religiones ancestrales, en donde se venera a la naturaleza y se practican rituales mágicos. Según El Evangelio de las Brujas, la diosa Aradia se hizo mujer para ayudar a que los campesinos se defendieran de las injusticias que los señores feudales y la iglesia cometían sobre ellos. El libro de Leland era considerado un texto para iniciados y sólo hasta 1950 se dio a conocer; Aradia se suma a las obras de Michelet y Murray, quienes han abordado a la figura de la bruja desde sus orígenes.
En la novela se le otorga importancia a la presencia de símbolos. A veces se juega con escenarios salidos de la religión católica, otras veces no. El número trece resulta una pieza clave: 13 días después del entierro, 13 años, las 12 mujeres que se reúnen con Madre Aradia porque con ella son 13, los doce gatos negros frente al ataúd, la estrella verde, la posibilidad de que el alma de la matriarca viajara a un lugar oscuro llamado Emaús. No es casualidad que los nombres de los personajes relacionados con la abuela empiecen todos los la letra A de Aradia: Alessandro, Annunciata, Apollonia, Aldo, Agrippina, Arnaldo, Adrienna, Amaranta, Alfredo, Ambra y otros más como si cada uno de ellos portara una marca indeleble.
En una entrevista con Amparo Dávila, me contó que de niña desde la ventana de su casa veía que la gente, cuando alguien del pueblo moría, seguía al féretro. La mirada inocente de Dávila se entretenía con eso que para ella era un desfile que la sacaba de su vida rutinaria en Pinos, Zacatecas. Compartía con su hermano ese gusto por alcanzar al cortejo fúnebre hasta donde le fuera permitido. Y me contó que quizá por esa razón en sus cuentos hay presencias inexplicables y muertos, porque ella siempre los vio con naturalidad. Montiel propone que el lector, a través de una memoria fotográfica y narrativa, participe del deceso de una mujer siciliana; y encuentra lazos comunes entre la manera de despedirse de un muerto tanto en México como en Sicilia.
Montiel Figueiras ha escrito una historia inquietante, en donde sus homenajes están a la vista. El autor, después de la dedicatoria, señala la presencia de cuatro autores como si hubiera escrito la novela al amparo de ellos. El cuarteto inicia con Curzio Malaparte, luego sigue Robert Aickman, después Leonardo Sciascia y termina con Guadalupe Dueñas.
Mary Carmen Sánchez Ambriz
@AmbrizEmece