El 25 de octubre Esther Seligson hubiera cumplido 83 años. Leer a Esther Seligson es un acto de amor con nosotros porque nos trata como lectores inteligentes, y eso se valora cada vez más en medio de tantas ediciones prescindibles a las que estamos expuestos. No podemos ser lectores incautos que recorren librerías sin tener un sentido crítico. Por suerte, descubrimos disfraces y, como los gambusinos que buscaban oro en el río, hallamos libros de Seligson.
La maternidad en sus distintas facetas y dimensiones es lo que aborda Esther Seligson (1941-2010, Ciudad de México), con la habilidad para formular cuestionamientos que cimbran tanto a la autora como a quien se asoma a sus páginas. Así era ella, dueña de una mirada introspectiva, al margen de cualquier show mediático en donde se ensalza más a la figura del escritor que sus textos. Cercana al misticismo, a la presencia de dioses de la India, a la cábala y al tarot. En pasos similares a Elsa Cross, mas por distintos senderos, descubre que dios para el hinduismo está en todos los seres vivos, como si esa concepción inspirara las potencialidades de conexión con lo sagrado. El tarot es un símbolo, un referente intertextual que impregna a su poesía contornos más intensos. Esther danza con Shiva, “el benevolente”, probablemente para que el universo se reabsorba en una unidad absoluta y pueda sobrevivir al mal tiempo.
El término Madre que le interesa hurgar está también ligado a Aditi, “que es el principio creador femenino complementario de Shiva. Se le conoce también bajo su advocación ‘terrible’ como Durga o Kali; y como Parvati en tanto esposa de dios. En todas las cosmovisiones responde sencillamente al apelativo de Madre en tanto gran diosa universal generadora de vida/muerte/vida: mater genetrix”.
¿Qué podemos encontrar en estas Islas a la deriva? Una experiencia que apela a los sentidos. En primer lugar, deleitarnos con el lenguaje, con la forma certera que elige para mostrarnos parte de ella y su mundo, un espacio donde dos personas importantes en su vida que ya no están con ella, trascendieron y aún tiene mucho que decir sobre ellos. Me viene a la mente un título que María Luisa Mendoza retoma de un verso en homenaje a Muerte sin fin de José Gorostiza: Con él, conmigo, con nosotros tres. En estos poemas, él es Adrián, su hijo; y la triada se complementa con la madre de Seligson y con ella. Puede decirse que tanto Adrián como Masha forman parte del entramado esencial seligsoniano.
Tras el manto trágico que cubrió a la existencia de Adrián, la escritora decidió emprender varios viajes y, finalmente, encontró en la escritura un abrigo para poder exorcizar su pérdida. Ella se ve así misma como madre de Adrián ante el infortunio, y como hija de Masha al intentar recuperarse, pues fue inevitable la fragmentación, el desasosiego, el caos. La partida de su hijo caló de tal manera que, podría decirse, el alma de Esther quedó hecha añicos. Derrelicto es un buque u objeto abandonado en el mar. Sintió que, tras la devastación, debía reconstruirse. ¿Quién era Esther antes del huracán Adrián? Por ese motivo recurre a su madre y se aferra a que Masha actúe como una especie de conciencia, quizás porque la de ella está anestesiada aún, y necesita de una mirada que le pedirá cuentas, que la hará dar lo mejor de ella, pero, básicamente, le brindará resguardo, aire.
“La orfandad es un extraño peso que me habita/ y tengo miedo:/ por primera vez/ se estremece mi suelo errante/ la soledad. // En el centro de Tu mano As de Copas y yo/ colgada en el meñique de la infancia,/ rama florida de almendro/ en un vaso ámbar,/ cristal cortado con las imágenes de un sueño/ en el que Me abrazas,/ Madre, //// y me deshago en llanto…”, escribe en “Mandala”.
Madre, mar. Con el mar hay una dicotomía en la obra de Seligson: a veces es oscuridad, finitud, la muerte porosa; y otras es un espacio que la pone a prueba para que fluya. Se queda con ambas resonancias, las asimila, se nutre de ellas. “Mar abismo de oscuridades”.
“Invisible es el relieve de mi fondo marino, la viscosidad de mis continentes sumergidos, su rumor ancestral. / Si hubieran de escribir sobre mi lápida, dirás:/ “intensamente amó y fue amada”. // Barro en un molde de barro, desconozco el contorno de mi rostro”.
Y en otro poema, dice: “Envejezco Madre/ cada día otro surco mide a cordel mi rostro/ tantos actos de omisión han grabado su huella/ que el espejo me contempla imagen de un osario/ no he de defenderme ni disculpar las transgresiones/ que caiga limpio el filo de Tu espada”.
Más adelante, añade: “Salir del laberinto/ el remolino de senderos/ sin la carga del hijo a cuestas/ sus exigencias y reclamos/ cachorro abandonado/ lo parí sin instinto materno/ virgen sometida en un abrazo estéril.”
En la obra de Esther Seligson tiene cabida la ternura. En un cuento que le dedica a su nieta y en este poema “En su desnuda pobreza”. La palabra alcanza altos vueltos, se sumerge en definiciones y sorprende con un resultado memorable. Cómo no conmoverse ante tales vibraciones: “ ¿Cómo se arma un libro?”/ —Igual que un barco,/ le respondí a mi nieta,/ requiere de muchas travesías/ de algún naufragio/ tocar puertos seguros/ una tempestad de tanto en tanto/ marineros solidarios/ paciencia inquebrantable/ no separar la realidad del espejismo/ el monstruo marino de las aves/ las islas del continente/ saber que nada es similar/ creaturas diversas y hermanas/ mucha plegaria por equipaje/ y al timón la providencia”.
Más adelante continúa la explicación;
“Un libro es menos/ que la hoja de un árbol/ mayor que el humano aliento/ madura como un sol de mediodía/ como una luna en plenitud/ se desmigaja fácilmente/ mas nunca dejará/ de atesorarlo una hormiguita”.
Sin duda, la nieta para ella es una reconciliación con ese mundo que creía perdido y que todavía tiene la facultad de acariciar.
Un libro, si lo escribe Seligson, siempre será delectación para los sentidos.
Esta edición es una recopilación elaborada por Geney Beltrán, en donde incluye de Negro es tu rostro (2010) y de Escritos a mano (2011). Beltrán, albacea literario de Seligson, se ha dedicado, empeñosamente, a difundir y reeditar la obra seligsoniana para que no quede en el olvido. Hace poco tiempo publicó Crónicas de la lumbre (Alfaguara, 2024), una recopilación de historias en donde aparece Narsia, personaje inspirado en Esther Seligson.