Milena (de Praga)

Ciudad de México /
Monika Zgustova, Soy Milena de Praga, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2024, 168 pp.

Lo habría dicho muy jovencita, apenas emancipada de unas de las familias más prestigiosas de la Praga de principios del siglo XX, la literatura es una manera de conocer la existencia, al hombre y, por supuesto, a mí misma. Acaso una tímida intervención, aquella Viena de grandes glorias pasadas como escenario, que signaría a una Milena Jesenská como la mujer brillante y comprometida que siempre fue, aun cuando sus biógrafos la hayan siempre mostrado como la amiga de Kafka.

Milena, Milena, Milena, Milena…

La que, corte de cabello al estilo japonés, habrá de descubrirse extranjera en mesas de café a las que asisten (personal e intelectualmente) interlocutores como Broch, Musil, Werfel, Kraus, Brod, Freud y más.

La que, rechazada por padre y esposo y una sociedad checa que la mira diferente encuentra en el ejercicio de la traducción literaria “la forma más profunda de la lectura” (de entonces sus célebres traslaciones a la obra del autor de El castillo, “lobo solitario”).

La que, superada una temporada de depresiones y adicción, vence todos los vínculos patriarcales que la contienen, ejerce el periodismo e inicia sus actividades de resistencia y altruismo en el cada vez más agresivo ambiente en contra de los judíos y otras minorías.

La que, madre ya de la pequeña Honza (“una madre que no tiene nada más que a ti, pero eso es mucho, soy terriblemente rica”) es apresada por la Gestapo y enviada a Ravensbrück, campo de concentración destinado exclusivamente a mujeres y donde es declarada prisionera política.

La misma Milena (1896-1944) que ahora recupera voz y perfil en el reciente libro de la escritora y periodista Monika Zgustova (praguense afincada en Barcelona), Soy Milena de Praga, para contarnos su historia desde los sitios más personales y emotivos, “una persona no debe ser la sombra de nadie”.

Una historia que reconstruida por Zgustova resulta nueva y brillante, difícil detenerse en su lectura, y que incluye no sólo las estaciones más significativas de la vida de Milena sino la revelación de sus silenciosos impulsos existenciales. De una vida nunca abandonada por el compromiso hacia el otro y la autoconciencia y de donde nace también el específico valor conferido a la literatura.

“La sencillez”, suena la voz de Milena, volumen y acento exactos puestos por Monika, “ese es mi objetivo, esa cualidad complicada y la virtud más exigente, porque viene de la mano de la confianza en una misma”.

Tantísima confianza que pronto pudo superar el deceso de Kafka, ese que le confía su obra y le escribe cartas y quien, no hay duda en ella, “supo ver allí donde los demás eran ciegos”.

(“Amada”, le escribió Franz, “tú no eres una mujer para mí, eres una niña, nunca en mi vida he visto a alguien que fuera tan niña, y por eso no me atrevo a darte mi mano, muchachita, esa mano sucia, temblorosa, una mano con garras, volátil e insegura, ardiente y helada”).

Ya en Ravensbrück, “enferma, desnutrida… las encías inflamadas… las manos y los pies hinchados”, Milena recordará uno de sus muchos artículos periodísticos escritos años atrás. Aquel inspirado en un viaje entre Dresde y Praga, profético.

“¿Habéis visto alguna vez la cara de un preso tras las rejas de la cárcel? ¿La cara pegada a los barrotes? Comprenderíais que la ventana, y no la puerta, es la abertura hacia la libertad. Más allá de la ventana está el mundo. Más allá de la ventana está el cielo. Recordad las veces cuando, ya sin fuerzas ni aliento, mirasteis hacia la ventana”.

Milena, “sin resistencia no es posible una vida digna”, nos cuenta al cierre de su conmovedor libro Monika Zgustova, murió el 17 de mayo de 1944.

“Permaneció varios días en un sencillo ataúd sin tapa, con flores a su cabecera. Sus amigas más íntimas de Ravensbrück acudían a despedirse de ella. Luego las autoridades arrojaron su cadáver al horno crematorio y esparcieron sus cenizas, como las de muchas otras, según el reglamento, en el lago Schwedtsee”.

Otros libros de Monika Zgustova:

Vestidas para un baile en la nieve, donde nos obsequia nueve semblanzas de mujeres (científicas, actrices, maestras, matemáticas, poetas) que ejemplifican la superación del ser humano. Un libro sin duda surgido de la intuición de la autora sobre el poder mágico que tiene la belleza para una persona humillada.

Las rosas de Stalin, recuento pormenorizado de la vida de Svetlana Allilúyeva (1926-2011), hija de Yósif Stalin, quien en su madurez afirma, “una persona sensata debería buscar más la paz que la felicidad… porque la felicidad es en su esencia voluble; en cambio, la paz dura para siempre si uno sabe mantenerla”.


  • Mauricio Flores
  • mauflos@gmail.com
  • Periodista, estudió Ciencia Política y Administración Pública en la UNAM
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