Cuando se nos dijo que la actual pandemia cambiaría nuestra normalidad irreversiblemente nos visualizamos yendo a funciones al aire libre, o en una sala tradicional, interponiendo tres butacas entre nosotros y el siguiente espectador, despidiéndonos del ritual de comprar en dulcería, absteniéndonos de quedarnos a la escena postcréditos y así dar tiempo al personal del cine para desinfectar la sala para la siguiente función. Nos quedamos cortos en la predicción. Lo que más va a cambiar no es lo que sucede frente a la pantalla; son las películas que veremos en ella.
El pasado 12 de junio California reanudó la producción de cine y televisión. Los sindicatos de Hollywood y la Alianza de Productores de Cine y Televisión redactaron un documento técnico en el que dan sus recomendaciones sobre cómo reanudar de manera segura las producciones audiovisuales. Aunque todavía falta ver si sus sugerencias serán implementadas oficialmente por el gobierno, lo cierto es que reducir el riesgo de transmisión de covid-19 en los sets alterará aspectos de las películas que toda la vida hemos dado por hecho.
Por hablar de cuáles serían estas afectaciones, mencionemos las escenas de sexo y de peleas. El documento de 22 páginas da tres soluciones para las escenas íntimas y combates físicos, no factibles con distanciamiento: reescribirlas, eliminarlas o hacer truco con efectos visuales. Imaginen su escena favorita de pelea o de sexo fabricada con CGI. En el caso de peinado, maquillaje y vestuario, serán los actores quienes se encarguen de vestirse, peinarse y maquillarse. No suena a problema; en la vida cotidiana todos lo hacemos. La complicación se daría en rodajes de cintas de época con vestuarios aparatosos, en actores que interpreten superhéroes a la hora de ponerse el traje de Batman o Iron Man sin ayuda de nadie. En mayor peligro están los extras. El reglamento sugerido dicta que al fondo de cada escena deberá haber espacio suficiente para garantizar el distanciamiento entre personas. Esto orillaría a los guionistas a eliminar multitudes o flujo de personas en escenas; un efecto dominó que le quitaría trabajo a directores de casting especializados en conseguir extras y a los mismos actores que subsisten recibiendo roles pequeños, sin diálogos, apareciendo en la colectividad de una escena. Una secuencia con multitudes podrá lograrse en superproducciones con capacidad de crearlas digitalmente. No así en películas independientes de bajo presupuesto. Este cambio es mala noticia para los trabajadores de la industria, pero no representa una amenaza para el cine como arte narrativo. Las primeras películas de muchos directores hoy consolidados se hicieron bajo condiciones prohibitivas, a falta de dinero. Pensemos en Pi, el orden del caos, de Darren Aronosky; Following, de Christopher Nolan; Whiplash, de Damien Chazelle. Y no es casualidad que estas óperas primas hechas con muy poco sean superiores al cine que sus directores hicieron con más recursos en el futuro.
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