Con Enrique Alfaro no termina solamente un sexenio sino una época en la vida política de Jalisco. Al menos dos décadas ha sido figura que, de una manera u otra, ha estado en la vida pública de una manera relevante, con impactos mediáticos continuos y no exento de controversias. Esta vez, anuncia, habrá de dar por culminada su carrera, aunque parece algo más que simple sospecha que su presencia se hará sentir en distintos aspectos, como puede ser el liderazgo moral de su propio partido, mismo al que dio vida real, fuerza y que fue encumbrando hasta la escala nacional que ahora tiene. Esto ha sido a tal punto importante que abrió paso a una muy significativa representatividad en el Congreso de la Unión, para dar oportunidades de acceder en otras entidades federativas, como en Nuevo León. Claro, no fue él solo sino de manera conjunta en principio con Dante Delgado, ya que este último de manera muy distinta, terminó por adoptar una postura patrimonialista que no ha ayudado recientemente al actual Movimiento Ciudadano.
Una vez concluida esta etapa, estaba visto que el impulso otorgado por Alfaro sería un valioso elemento para que aún subsistiera MC en Jalisco frente a un oficialismo exacerbado y poderoso que no estuvo tan lejos de arrebatar el triunfo en la pasada elección a la gubernatura y en los municipios conurbados. De ello, Pablo Lemus supo obtener frutos y aportar lo propio en cuanto a una identidad propia que le tiene, no sin una lucha de trincheras legales, en el umbral de la primera magistratura jalisciense con promisorias perspectivas.
Alfaro sostuvo siempre la importancia de mantener la soberanía del estado. Al poco tiempo de iniciada su administración, enfrentó el mismo tema que continuó cuestionando prácticamente hasta los meses recientes: la injusticia en el reparto fiscal. Estaba visto que el asunto seguramente no prosperaría al arranque de la nueva gestión federal, pero sentó las bases para que de alguna manera la presidenta Sheinbaum y el Congreso pusiera, a promoción del gobernador electo, en la mira un replanteamiento presupuestal para el siguiente ejercicio.
El gobernador Alfaro dejará huella. En realidad, su política de mantener el control del sistema educativo y de igual forma el de salud, está dando buenos, evidentes resultados. Quizá ningún estado actualmente esté en mejor condición que Jalisco en ambos aspectos ya que la centralización de dichos servicios (una tendencia que fue modificada hace varias décadas), no ha satisfecho las necesidades de la población. Y todo indica que, asumiendo el mando, Lemus continuará con este criterio de autonomía en salud y educación. Simplemente lo muestra la recién inaugurada instalación del nuevo Hospital Civil del Oriente, al que Lemus agregará otra parte importante y, además, con el anuncio de un nosocomio general más, en Puerto Vallarta.
No es una cuestión de reparto de culpas, pero hay que llegar a los motivos de fondo que han propiciado los números negativos y ciertamente preocupantes en cuestión de desaparecidos, homicidios y otros delitos, aunque, por otra parte, también hay renglones en materia de seguridad en los que se ha registrado mejoría. Y, efectivamente, no es reparto de culpas, pero todos sabemos que las políticas en cuanto a delitos federales, hampa organizada, mafias, etcétera, resultaron un fracaso no local sino nacional por parte del gobierno de la república (abrazos no balazos), en todo el sexenio de López Obrador y ya en los escasos meses de la gestión presente.
El gobierno de Alfaro padeció, como acontece como muchas otras entidades de la república, incluyendo muchas que se pintan de guinda y que en su caso callan carencias por el monopolio y autoritarismo político actual, escasez de recursos en programas que son netamente de responsabilidad federal, como las carreteras encuadradas en ese esquema. Y, por lo visto, ese problema continuará ya que seguirá siendo prioridad en el gasto público de la Federación el mantenimiento y terminación de obras “insignia” como el tren maya, o en el subsidio a Pemex, o los pagos de deuda en otros renglones a los que se concedió más relevancia que solventar las necesidades básicas en infraestructura y servicios a la población.
A decir verdad, Alfaro efectivamente dejará huella. Su gestión se orientó a cubrir en todo lo posible requerimientos básicos, invirtió como nunca en infraestructura y, algo fundamental, permitió el crecimiento sostenido económico y social del estado. Quedaron pendientes, definitivamente sí y acciones que seguramente tendrán con Lemus un seguimiento altamente probable. Se cierra un capítulo, quedan compromisos, pero de ello con su estilo personal y visión, le corresponderá al nuevo gobierno de Pablo Lemus