De que es tiempo de mujeres, ni duda cabe. Tardó más de dos siglos para que la Universidad de Guadalajara tuviera al frente de esa benemérita institución a una mujer. Pero esto no es producto de un simple impulso ni motivado por una modalidad política actual. Durante muchas décadas, este alto cargo universitario se creyó prácticamente exclusivo de académicos varones y, casi ni por asomo, se llegó a pensar en muy contadas ocasiones en una figura femenina. Aunque hubo méritos que demostraron la valía de la mujer en igualdad de condiciones ¿Quién no recuerda, por citar un ejemplo, a la maestra Irene Robledo García? La lista de quienes ocuparon distintos puestos dentro de ese género podría ser interminable. Sólo que parecía que había un tope en todo ello. Además, la Universidad fue evolucionando en todos sentidos, desde cuando era imposible acceder a la Rectoría al menos sin un consenso de notables.
Sin embargo, la situación ha venido cambiando paulatinamente. Desde aquella institución que se sujetaba a cánones previstos y cuyos recursos escaseaban a tal punto que no había posibilidades de mejorar la calidad de la enseñanza, mucho menos la de ir avanzando hasta cubrir cada vez más la demanda de enseñanza superior a la que deben tener acceso principalmente las nuevas generaciones a las que, de otra manera, les estaría vedado por las posibilidades económicas como para buscar alternativas en la enseñanza privada. Cada Rector fue imprimiendo su sello. Y es aquí donde no podemos olvidar que, de manera paralela a la creciente escala de crecimiento, también se fue transformando la Universidad oficial de Jalisco en una institución de calidad reconocida nacional e internacionalmente. Quien logró definitivamente ese avance fue sin duda Raúl Padilla López, pues logró poner en marcha programas tan efectivos como el de la descentralización.
Ya no era opción seguir creciendo dentro de los mismos muros o con la proximidad casi reservada a los que habitan dentro de la zona metropolitana o posiblemente un poco más allá. La solución no fue la de traer a los estudiantes a una macro universidad sino la de llevar la universidad hasta el hábitat de quienes pretenden cursar carreras profesionales en sus propias regiones.
Para muchos la situación estaba más que factible para que llegara a la principal sede y al más alto nivel una mujer como la maestra Karla Alejandrina Planter Pérez, precisamente rectora de una de uno de esos centros regionales. En su caso, de la productiva y laboriosa zona alteña. Pero, además, la maestra Planter Pérez se había desempeñado en otros cargos que implicaron madurez profesional y, al mismo tiempo, mayor profundidad en relación con las necesidades de la Universidad en su conjunto. Claro que otros de los que fungieron también como aspirantes al máximo cargo igualmente poseen valores. Desde que se anunció una lista de prospectos, a nadie le sorprendió que todos ellos, hombres y mujeres, tuvieran aptitudes para desempeñarse en la Rectoría. Para el Consejo General Universitario la disyuntiva debió haber sido complicada. Todas y todos los postulantes contaban con las cualidades requeridas. Empero, desde un principio empezó a aquilatarse que una solución adecuada a nuestro momento, debía ser mujer.
El rector Ricardo Villanueva llegó a realizar un trabajo realmente trascendente, y no todo fue sencillo ni fácil. Sorteó escollos, incluso políticos, pero a fin de cuentas fue sin duda él quien abrió la puerta para que se llevara a cabo una elección sin cuestionamiento alguno.
Hoy vivimos ya el nacimiento de una nueva época. Para los jaliscienses, el que la maestra Planter llegue a ser la figura líder en la universidad de todos, es una de las noticias más afortunadas. Bien por los universitarios que entran de lleno a la conquista de su propio futuro. Todos estamos de plácemes. Tendremos ya una señora Rectora, con el brío, la sapiencia y la experiencia para seguir dando a nuestra Universidad la oportunidad de un rumbo siempre ascendente. ¡Felicidades!