Al menos en su mensaje inaugural en San Lázaro, la presidenta Claudia Sheinbaum no dejó ver mucho de lo que en realidad proyecta para el país. Si bien hizo algunas precisiones que reflejan voluntad de dar continuidad a los programas y lineamientos obradoristas, es muy factible que en un momento dado empiece a dar un cambio al timón ya que no es de pensar en una identidad a tal punto absoluta. Para efecto de su relación con el país en su conjunto, la hoy titular del Ejecutivo federal esbozó que habrá condiciones de igualdad, o sea la promesa del “trato parejo”. ¿Implicará esto una actitud desmarcada de lo político? Esto tendrá que ser así, aunque hay entidades como Jalisco en las que el trato del gobierno saliente no estuvo exento de roces y uno que otro desencuentro. Aquí, por citar algo, no se dio el estirón definitivo para la construcción de la cuarta línea del tren ligero, ni respuesta a sólidos reclamos como el mejoramiento de la red carretera, entre otros.
Tampoco hay que negarlo: una nueva administración conlleva esperanzas, está muchas más. Transcurrido el tránsito sexenal en el que esta vez abundaron elogios y exacerbados calificativos para López Obrador, la presidenta habrá de empezar a actuar con su propio sello. No debe pensarse en que será simplemente la extensión de lo mismo, Visto con objetividad, reúne los elementos y atributos para convertirse en lideresa genuina dentro de un panorama complicado en rubros primordiales como la seguridad, la hacienda, la economía, salud, educación, el medio ambiente, etcétera, y ni qué decir de infraestructura y políticas de desarrollo. Ojalá y así sea.
Nuestra presidenta Sheinbaum tiene mucho qué hacer en Jalisco. Del plan de gobierno sexenal habrán de derivarse todas las acciones que atenderán las necesidades de los habitantes de este estado. Desde luego hay que partir de una posición política que resulta vital con miras a la armonía y coordinación requeridas. No hay de otra. Hay que tener presente, por ejemplo, que el gobierno estatal puede hacer mucho más con una relación positiva con el gobierno federal que sin ella. Desearíamos una estrecha relación, como fue entre los gobiernos de Díaz Ordaz y Medina Ascensio, o entre Miguel de la Madrid y Alvarez del Castillo, quienes en su momento lograron beneficios mutuos indiscutibles y Jalisco llegó a lugares de privilegio entre las entidades de la nación.
De suyo todo apunta en esta ocasión a que habrá tendencia a centralizar, aunque, de entrada, haya pronunciamientos en sentido contrario. Por otra parte, estamos a muy corto término en el que las autoridades federales del Poder Judicial determinen la procedencia de gobierno para Pablo Lemus, lo que cobró una fuerza al parecer ya irreversible con la manera en que fue desechado el recurso de José María Martínez para tratar de anular el proceso en Guadalajara. El Trife ni se tomó la molestia para desdeñarlo, lo echó abajo casi en automático. Así, lo de Jalisco parece ir en el mismo camino.
Durante las tomas de protesta en los municipios emecistas, Lemus no dejó ir ninguna oportunidad para insistir en el principio básico de reconstruir su relación con el gobierno de la república. Además, para los centros de población más importantes (Guadalajara, Zapopan y Tlajomulco), ofreció que ya en el gobierno apoyará planes muy específicos -presupuesto incluido-, y esto no deja de constituir un mensaje directo en el sentido de la necesidad del respaldo de la Federación. Y es que, con todo y la vicisitud política alentada por la excandidata morenista a la gubernatura y algunas estructuras de su partido, cada vez se aclaran más las cosas en favor de Pablo. Además, hay bases para pensar y dar por cierto que Lemus tiene la experiencia y actitud necesarias a fin de llevar adelante una relación tersa y provechosa entre gobiernos.
Lo mismo habría que conceder a la presidenta Sheinbaum. Las situaciones ríspidas y de confrontación deben quedar atrás. Sin necesariamente culpar de todos los males nacionales de López Obrador, el nuevo gobierno tiene ante sí retos y desafíos que sólo podrían ser superados bajo el signo de la unidad nacional. Hay cuestiones perentorias que exigirán una atención prioritaria y lo más probable es que no se pretenda andar encendiendo hogueras ni causar conflictos en los estados. Jurídicamente se ve casi imposible que prosperara la pretensión de una anulación local, pero políticamente sería el peor de los errores. Cuando Sheinbaum habla de pacificación nacional no se refiere en exclusiva a temas de seguridad sino al esquema y contexto de la vida social, política y económica. Este sería el mejor inicio de una nueva administración en la que todos tendríamos que ayudar.
La verdad, hay que confiar en los tiempos mejores que nos esperan. Tenemos una mujer en la Presidencia, llegó la hora de una etapa diferente, de atender temas sensibles para todos y todas, de la conciliación para el bien del país. La presidenta Claudia Sheinbaum tiene todo, sin olvidar su preparación, talento y sensibilidad, para conseguirlo, y los jaliscienses, la voluntad para secundarlo.