El avance de las mujeres no deja indiferente a nadie. Ni a las mujeres –que nos debatimos entre ver con perplejidad cómo hay transformaciones que se instalan y lamentar cómo muchos otros ámbitos se niegan a cambiar– ni mucho menos, a los hombres, quienes han vivido nuestros logros en una serie de etapas como si de un duelo se tratara. Primero se negaron a aceptar que la realidad volvía ya inaceptable la discriminación hacia las mujeres, así como la violencia desplegada por todos los medios hacia nosotras. Luego establecieron una suerte de negociación en la que transmutaron la revolución feminista en objeto de sus burlas buscando mermarle seriedad. Y ahora aparentan haber llegado a la aceptación y aprovechan las oportunidades que les salen al paso para manifestarse como aliados convencidos de la igualdad de derechos que nos asiste.
En este punto, me parece importante aclarar dos cosas: primeramente que por supuesto creo que existen hombres que son aliados genuinos de las causas de la agenda feminista y que han estado y estarán dispuestos a apuntalar nuestro acceso a una igualdad plena. Segundo, creo que la participación de los hombres en la transformación cultural que exige el desmantelamiento del patriarcado es condición insoslayable para lograrlo. Dicho lo anterior, me atrevo, sin embargo, a afirmar que definitivamente no son todos los que están.
Entre quienes presuntamente nos han tendido la mano para lograr un entorno seguro y amigable para nuestra integración plena a los ámbitos educativo, laboral y político, hay muchos que, simplemente, han encontrado en esta aparente alianza una forma más de ganar protagonismo. Hoy, la tendencia a privilegiar el impulso a lo que se ha denominado “nuevas masculinidades” les está ofreciendo un reducto políticamente aceptable para colocarse, de nueva cuenta, en el reflector de todos los temas…sí, hasta en el del avance de las mujeres. Es importante darle a esta vertiente el lugar que ocupa como apoyo a la igualdad, pero debemos cuidarnos de convertirla en el eje de las preocupaciones en este ámbito, si no, corremos el riesgo de, más que transformar la realidad, encontrar la vía para mantenerla intacta.