En la FIL de Guadalajara, el físico Agustín Fernández Mello declaró que el único riesgo de la IA proviene del derecho, en el sentido de que las leyes pudieran protegerla y, por ejemplo, desenchufarla, tendría un impacto punitivo en quien lo haga. Pero que hay más de qué preocuparnos.
La realidad generada por inteligencia artificial requiere una colonización y una regulación específicas si no queremos que se vuelva una mera reproducción de la realidad tangible. Dice el jurista español Fernando Rey que en una situación de desigualdad un derecho neutro no es una decisión neutral. En este caso, si no hacemos nada para impedirlo, los mismos perfiles de individuos que dominan lo tangible serán dueños de lo intangible. Así, los recursos económicos, el nivel educativo y, por supuesto, el género de una persona, determinarán su acceso a este nuevo mundo aun por conquistar.
Tener dinero, estudios superiores y ser hombre serán, allí también, la llave de entrada a los beneficios de este nuevo herramental que, además, podría tener una capacidad exponencial para mejorar las condiciones de vida de quienes accedan a ello. Inversamente, la exclusión y las violencias presentes en el mundo tangible podrían multiplicarse y profundizarse en ese otro universo.
Como ejemplo de ello, está el reciente caso del ex alumno del Instituto Politécnico Nacional al que se le sigue proceso tras haber sido denunciado por sus compañeras de estudios por valerse de la inteligencia artificial para alterar fotografías de ellas haciéndolas pasar por desnudos y venderlas en redes sociales. En ese “no espacio” los “no cuerpos” de sus colegas sí son sujetos de vejación.
Si no hacemos nada, a este tipo de delitos los precederá el mismo contexto patriarcal de micromachismos en el que los bots no nos nombren subsumiéndonos al genérico masculino y en el que la brecha digital afecte en mayor medida a las mujeres que a los hombres convirtiéndose en un terreno más que nos está vedado y que deberemos conquistar sobreponiéndonos a la discriminación.
Hay más peligros en la IA de los que parece identificar Fernández Mello y, como todos los demás riesgos, éstos también tienen sesgo de género.