Geografía es destino”, esgrimen los partidarios del pragmatismo en las relaciones internacionales. Para ellos, tres mil kilómetros de frontera con los Estados Unidos no nos dejan más salida que voltear los ojos hacia nuestro vecino del norte, y alinear nuestra política exterior en función de sus intereses. Para quienes esto creen, la búsqueda de otros mercados para nuestros productos, y otros aliados para nuestras luchas no es muestra sino de un romanticismo diplomático que se niega a desaparecer.
El otro mito, bastante diseminado por cierto, es que en una era global toda diplomacia es económica y el intercambio de bienes y servicios pareciera ser el único objetivo de las relaciones entre países.
Creo, efectivamente, que la geografía determina en gran medida lo que habrán de ser las relaciones exteriores de un país, pero de esta premisa no veo cómo derivar el que nuestra posición en el globo limite o supedite nuestra perspectiva diplomática a la relación con Estados Unidos.
Muy por el contrario, considero que es esta vecindad el más grande de nuestros apremios para identificar, cultivar y mantener la mayor diversidad posible en nuestras relaciones estratégicas. Así como hoy por hoy nadie pone en tela de juicio lo saludable de una política de exportaciones que no se centre exclusivamente en el petróleo, debería de quedar claro que la multiplicidad de clientes y proveedores constituye una condición sine qua non de una visión comercial y política válida en el mediano y largo plazos.
Por otra parte, restringir las relaciones internacionales a meros intercambios comerciales equivale a considerar que el único bien de la humanidad radica en el crecimiento económico, ignorando así su corolario que es la distribución equitativa de la riqueza y otros valores como la paz, la tolerancia y la democracia.
Las líneas anteriores las publiqué hace veinte años. Todo ha cambiado: Alternancias partidistas de ambos lados de la frontera, crisis y guerra en Europa, renegociación del Tratado de Libre Comercio, pandemia. Nada ha cambiado: Seguimos presos de nuestro comercio con el vecino del norte, incapaces de diversificar nuestras relaciones y nuestras exportaciones.