Dr. Charles Davenport, en 1910, fue director del centro de investigación científica, Cold Spring Harbor en Estados Unidos.
Fue uno de los primeros en establecer un programa de eugenesia para mejorar la raza de los estadounidenses.
Por aquellos años se efectuaban ferias para mostrar a los mejores caballos y vacas, así es que, por qué no mostrar a los mejores bebés. Mejorar la raza se conoce como eugenesia positiva.
Pero eso no bastaba, y surgió la idea de evitar que los genes de las personas “débiles mentales” y criminales siguieran diseminándose.
En I907 en los E.U. se aprobó la primera ley que autorizaba un programa para esterilizar a todos los “imbéciles”.
Miles de personas fueron mutiladas. En 1927 el Tribunal Supremo dictó la sentencia: “Lo mejor para todo el mundo es que, en lugar de ejecutar a los depravados, la sociedad pueda impedir que continúen su estirpe…Tres generaciones de imbéciles son suficientes”.
Madison Grant, un ricachón neoyorquino y amigo del Dr. Davenport, publicó en 1916 un libro que tituló algo así como “El camino hacia la gran raza”; ahí expresaba firmemente que existían grupos y poblaciones que no merecían continuar su descendencia.
Este libro fue leído nada más y nada menos por Hitler, quien afirmó en una carta que era su biblia.
El tema en el ámbito científico parecía superado luego de la segunda guerra mundial.
Hasta que el célebre James D. Watson, descubridor de la estructura del ADN, junto a Francis Crick, aquel que gritó en un antro inglés llamado Eagle: haber descubierto “El secreto de la vida”.
Watson, ya viejo, afirmó en una entrevista que la raza negra estaba perdida y destinada al fracaso evolutivo.
Lo curioso es que Watson también fue director del Cold Spring Harbor como su antecesor Davenport.
Por esta declaración Watson fue despojado de todos sus títulos honorarios y desconocido por la Institución.
La mayoría de los científicos niegan sus afirmaciones, aunque uno que otro le aplaude por “haber dicho la verdad”.