Hasta hace unas pocas décadas la presencia de bacterias en el interior de nuestro intestino había sido prácticamente irrelevante.
Salvo en algunas situaciones muy particulares, como en los casos de Terapia Intensiva de pacientes con cuadros diarreicos sanguinolentos secundarios al uso de múltiples antibióticos, en que la frase coloquial era “los antibióticos barrieron la flora intestinal”, en general no se le daba más importancia al “uso y función diaria” de la flora intestinal hoy denominada: Microbiota.
De hecho, la lógica era pensar que esas bacterias eran útiles solo para formar el excremento y nada más.
Cual fue la sorpresa al descubrir que los recién nacidos que habían nacido por cesárea tenían mayor riesgo de obesidad, alergias y menor desarrollo o crecimiento en comparación con los que nacieron por un parto vaginal.
Se encontró una diferencia principal: que el parto vaginal untaba de bacterias maternas y vaginales al bebe en el momento de pasar por ese lugar al nacer; esas bacterias “buenas” rápidamente se diseminaban por todo el cuerpo previamente estéril (intrauterino) del bebe; incluyendo el sistema digestivo.
Además, durante la lactancia la madre le dona bacterias al bebe para que este se fortalezca; también se ha demostrado que cuando las madres deciden no lactar a sus hijos, estos estarán más propensos a desarrollar obesidad, diabetes, infecciones y alergias o a estar más delgados.
Toda esta situación empeora si el recién nacido es prematuro o nace antes de tiempo.
Tradicionalmente y por haberse encontrado primero a la serotonina en el cerebro, se asumió que el cerebro era la única fuente de serotonina y por lo tanto el rector del estado de ánimo junto con otros neurotransmisores como dopamina.
Cual fue la sorpresa cuando se descubre que las bacterias de nuestro intestino también producen serotonina y no solo eso, sino que en mayor cantidad que el cerebro; de ahí su fama como “el segundo cerebro”; a partir de ahí se estableció un eje o camino Intestino-Cerebro que es una autopista bidireccional de flujo y comunicación continua; llegando a la conclusión de que lo que afecta al intestino tiene repercusión en el cerebro y viceversa.
Hoy sabemos que la microbiota intestinal anormal puede afectar el estado de ánimo de las personas; pero también se ha visto relacionada con la obesidad, diabetes, demencia, alzheimer entre otros.
Llama la atención la relación que tiene la microbiota con el buen funcionamiento de nuestras defensas inmunológicas.
Con todos estos hallazgos surgen varias preguntas. ¿Qué altera la microbiota?
Como se puede mantener una microbiota normal? En un futuro se descubrirán y consolidarán nuevos descubrimientos de la influencia que tiene la microbiota en la salud o enfermedad de las personas.
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