Antes de entrar a analizar el paquete económico para el próximo año, es necesario darle contexto.
El nuevo modelo económico implementado en 2018 por Andrés Manuel Lopez Obrador (AMLO) ha enfatizado el aumento en el ingreso de la población con menores ingresos, a través del gasto público efectivo, generando un aumento en la demanda por bienes y servicios y por ende del PIB. Por un lado dicho modelo se ha apoyado en las transferencias sociales efectivas, en el sentido de que se han desarrollado diversos sistemas de mejora en el ingreso de la población en los últimos deciles de pobreza, minimizando la intermediación de agentes que en el pasado se quedaban con parte de esas transferencias. De hecho el gasto social (Ramo 20) del sexenio de Enrique Peña Nieto (EPN) fue mayor en monto promedio anual que el último presupuesto en este rubro para 2024, pero los ingresos de los deciles más bajos de la población no aumentaron con motivo de este gasto social durante su sexenio, como sí lo hicieron posteriormente con AMLO
El programa insignia de este nuevo modelo es la pensión para el bienestar de adultos mayores, seguido del de la pensión para discapacitados, el programa sembrando vida, el programa de apoyo para niños y niñas de madres trabajadoras, programa para personas en emergencia social o natural, aunando en 2025 la pensión a mujeres de 60 a 64 años, y el programa de salud casa por casa. Los programas en su totalidad significan un gasto programado de 580,000 millones en 2025, equivalentes al 2 por ciento del PIB, que casi todo se va a incrementar el consumo y por ende la demanda interna, ya que la propensión a consumir a partir de un aumento en el ingreso es casi del 100 por ciento porque los recipientes son los de los deciles de menores ingresos de la población.
Este método de estímulo en la demanda a través del gasto público significa el pilar número uno del nuevo modelo. El segundo pilar es la creación de nuevos empleos, y por ende del ingreso y la demanda por bienes y servicios de consumo final por parte de los nuevos empleados.
La Administración de AMLO tomó la estafeta con una tasa de desocupación del 3.6 por ciento, y en la última observación de Junio de este año está ubicada en 2.6 por ciento. La tasa neta de participación laboral (Población económicamente activa/población en edad de trabajar) aumentó de 59.4 a 60.2 y la Población Económicamente Activa creció en 5.4 millones de empleados, mientras que la tasa de informalidad laboral disminuyo de 56.6 a 54.2 por ciento de las personas ocupadas.
El aumento en el empleo se logró en gran parte a través del gasto efectivo en infraestructura, ya que el gasto en este rubro no aumentó significativamente respecto al de EPN, pero las obras sí se llevaron a cabo, generando el aumento en el empleo observado.
Todo éste estímulo a la demanda a través del gasto público, aunado al aumento significativo en el salario mínimo, ha hecho que el consumo interno haya aumentado también significativamente.
Así, heredamos de la administración de Enrique Peña Nieto en 2018 un gasto en consumo final decreciente que tocó un mínimo de 78.6 por ciento del PIB, y en 2023 está en niveles del 81.4 por ciento del PIB, en consistencia con lo que aumentaron los ingresos por concepto de los programa sociales y el mayor empleo.
Considero que el efecto de la efectividad en el gasto se agotó durante los primeros tres años de la administración de AMLO, donde el presupuesto no creció anualmente más allá del observado en administraciones anteriores. Por lo que para seguir estimulando la demanda de esta manera el gasto público se aceleró durante los últimos tres años de AMLO, a través de un importante aumento en los ingresos tributarios, y también a través de una mayor emisión de deuda pública.
Habiendo probado la efectividad del modelo durante el sexenio pasado, no es de sorprender, pues, que el paquete económico 2025 continúe con el mismo modelo, pero con una disminución en el ritmo de crecimiento de la deuda pública, como analizaremos en la siguiente entrega.