El reciente informe anual de la titular del Poder Ejecutivo del Estado de México no refirió avances a sus propuestas de campaña vertidas el 20 de abril de 2023, en el marco del primer debate entre las candidatas a la Gubernatura.
En aquella fecha, la representante de la coalición Juntos Haremos Historia propuso seis líneas de acción para impulsar la cultura: 1. La creación de bachilleratos especializados en artes, 2. La creación y fortalecimiento de orquestas infantiles, 3. Reconocer a “los tesoros” (personas) culturales, 4. Trabajar en conjunto con hacedores de arte audiovisual y rap, 5. Hacer un proyecto con los cronistas municipales para respaldar su trabajo y 6. Crear un programa de desarrollo cultural municipal.
En el primer año de la presente administración estatal se recuperaron los estímulos a la creación artística y a los proyectos de investigación y difusión cultural, suspendidos en la administración del ex gobernador Alfredo Del Mazo Maza (2017-2023), y se continuaron los festivales de cultura que ya se venían realizando, con lo cual podría considerarse que la promesa 3 va cumpliéndose.
Sin embargo, no hubo noticias de la gestión para la nueva orientación de los bachilleratos, tema de fondo que implica no solo la creación de contenidos, sino la contratación de un profesorado especialista en didáctica de las artes, así como la disposición logística en las escuelas y los recursos materiales para dotarlas de lo mínimo para estudiar. Se trata, sin lugar a dudas, de una empresa que requiere tiempo de gestión y desarrollo, razón por la cual se vuelve necesario empezar de inmediato, a efecto de iniciar su pilotaje y posterior ejecución con resultados medibles.
La formación de orquestas infantiles puede tener una respuesta en menos tiempo por parte de la directiva y la academia de la infraestructura instalada, pues en el Estado de México la formación musical se imparte en escuelas públicas y privadas.
Como siempre sucede, faltan instrumentos y respaldo institucional que la hoy gobernadora puede facilitar si se consideran esos recursos en el presupuesto anual de egresos de las secretarías de Educación y Cultura, y desde luego un programa con reglas de operación claras y transparentes. Es de esperarse que se tome en cuenta en la proyección de gasto e inversión de 2025, pues la multiplicación articulada de las agrupaciones musicales y su presencia permanente fomenta el consumo artístico a nivel comunitario y forma personas ciudadanas más responsables con su entorno.
Trabajar con artistas audiovisuales y del rap parece más una respuesta coyuntural a cierta demanda expresada durante la campaña, pues el arte urbano ha sido relegado en las políticas públicas, en aras de expresiones más afincadas en la práctica general, como la interacción en redes sociales y el uso de dispositivos electrónicos; así por lo menos sucedió en el sexenio pasado.
El enfoque hacia el trabajo de los artistas audiovisuales y compositores orales puede revelar talentos cuya obra es desconocida, precisamente porque es la difusión de su trabajo su principal obstáculo. Bien es sabido que la comunicación cultural amerita, en sí, una política propia, pues es inherente a la fuente artística y tiene vías y medios distintos a los de la difusión oficial, de ahí que sea necesario permitir el desarrollo de mecanismos propios e independientes de comunicación.
Finalmente, difundir el trabajo de las personas cronistas municipales y crear un programa de desarrollo cultural municipal parece la idea más sólida de todas, pues desde hace 23 años los municipios aplican acciones de cultura sin el concierto de la autoridad estatal, lo cual ha resultado en la atomización de los esfuerzos culturales, que solo se aplican selectivamente en proyectos como la Feria Internacional del Libro del Estado de México, con muy modestos resultados, o el Festival Cultural Internacional de Las Almas, legado de administraciones anteriores.
Es evidente que ninguna de las propuestas de abril de 2023 tendrá resultados de impacto si no se informa del avance de cada una de cara a la sociedad. Los indicadores disponibles en la plataforma de Transparencia para medir resultados de la gestión de gobierno en materia de Cultura están desactualizados y mal construidos, de ahí que no puedan tomarse como referencia objetiva.
El problema es que el Poder Ejecutivo puede pasar cinco años más así, sin acciones afirmativas ni resultados, en demérito de su función sustantiva y el agravio del sector cultural, ya vulnerado por la falta de apoyos no solo económicos, sino también por la pérdida del patrimonio cultural tangible e intangible, la infraestructura cultural y el capital social, incluso entre las generaciones de artistas más recientes. Es decir, la cultura de la incultura.