Noruega tuvo por primera vez una primera ministra en 1981, cuando yo tenía 10 años. No puedo sobreestimar cómo marcó a mi generación que quien mandaba en el país era una mujer. La primera ministra Gro Harlem Brundtland cambió la política no solo en Noruega, sino a escala internacional.
Brundtland rompió barreras de género aparentemente impenetrables cuando llegó al poder por primera vez. Una famosa anécdota en Noruega marca el profundo cambio que tuvo en la cultura y las expectativas de nuestra sociedad. Después de haber sido primera ministra en Noruega durante casi 10 años consecutivos, Brundtland decidió bajarse del cargo; un niño noruego se acercó a su madre con una gran pregunta: “Pero, ¿puede un hombre ser primer ministro?”.
Tener modelos para seguir importa. Sin las pioneras, es difícil imaginar qué maravillas y posibilidades podría tener reservadas para nosotros la vida. Pero cuando vemos, como lo hice en 1981, lo que las personas que se parecen a nosotros pueden lograr, se nos abre la mente a sueños y grandes planes. Entendemos entonces que no necesitamos dejar toda nuestra esperanza de cambio en manos de otros, sino que nosotros mismos podemos liderar el camino, incluso en lo más alto. Esto es lo que hace avanzar a nuestra sociedad.
En materia política Brundtland dejó una huella tangible en la vida de los noruegos, porque por primera vez se gobernaba con perspectiva de género.
Su historia personal también jugó un papel importante en ello. Conocida como landsmoderen, o “la madre del país”, fue sin duda un nuevo tipo de primera ministra. Se educó como médica y ya había sido una defensora de los problemas de salud reproductiva de las mujeres antes de alcanzar el cargo más alto. A lo largo de su carrera, la política de salud, la posición de ellas en la sociedad y el bienestar de las infancias se convirtieron en temas cada vez más importantes en la agenda de gobierno.
En los años 80 introdujo reformas políticas que cambiaron la vida cotidiana de las familias y abrieron el camino para tener una sociedad más igualitaria. Programas controvertidos, como la introducción de cuotas, aumento de la licencia paternal para madres y padres e inversión en guarderías, facilitaron la participación de las mujeres en la vida laboral. De pronto fue posible para ellas tener los mismos puestos que un hombre. Se podía combinar el tener familia con una carrera profesional. La sociedad y la vida laboral tuvieron que adaptarse, porque las reformas fueron construidas sobra las premisas de las mujeres.
La participación femenina en el trabajo no solo ha sido importante en estas ambiciones individuales, sino también para la sociedad en su conjunto. De hecho, la inclusión de las mujeres en el ámbito laboral ha contribuido más al crecimiento económico de Noruega que la industria petrolera en alta mar, quizá lo primero que viene a la mente cuando se piensa en mi país.
De igual forma, el segundo gobierno de Brundtland en 1986 pasó a ser conocido como “el gobierno de las mujeres”, que eran ocho de los 18 miembros de su gabinete. En su momento, esto fue una sensación, pero, más importante aún, estableció el estándar para la representación femenina en los gobiernos en el futuro.
Su legado de igualdad de oportunidades en las más altas esferas del poder es innegable. Desde que Brundtland dejó el poder en 1996, se ha vuelto inconcebible formar un gobierno en Noruega sin al menos 40 por ciento de ministras. Para 2014, Noruega obtuvo su segunda primera ministra con Erna Solberg, del partido conservador, y ahora siete de los diez partidos noruegos son liderados por mujeres.
“Si una mujer entra a la política, cambia la mujer; si muchas mujeres entran a la política, cambia la política”, dijo la primera presidenta chilena, Michelle Bachelet.
No podría estar más de acuerdo. Y por eso me da muchísima esperanza la coyuntura política en México. El país no solamente va a ser gobernado por una mujer por primera vez, la virtual presidenta electa también se ha comprometido con tener un gabinete paritario y vemos, gracias a leyes progresistas en México desde hace varios años, que hay avances importantes hacia la paridad en todos los niveles de gobierno.
El cargo de primera ministra de Brundtland realmente cambió la idea de lo que una mujer puede aspirar a ser en Noruega. No me cambió solamente a mí, sino que cambió la política noruega para siempre y en beneficio de todos, no solo de las mujeres. Porque una sociedad más justa y equitativa nos conviene a todos.