Estamos a 25 días de que inicie el sexenio de Claudia Sheinbaum. La transición no ha sido tan tersa como se pensaba, debido a que López Obrador antepone sus fobias dejándole un polvorín en el que se encuentra el debate público y social.
La Reforma al Poder Judicial, ya aprobada por los diputados y que será dictaminada por los senadores la próxima semana, ha provocado el paro de los 55 mil trabajadores del Poder Judicial Federal, así como manifestaciones de estudiantes y las advertencias del empresariado tanto del interior como del exterior del país, como ya lo hicieron los embajadores de EUA y Canadá. Es innegable que el Poder Judicial requiere una reforma urgente que imparta justicia para todos, que acabe con los privilegios y erradique la corrupción y el nepotismo. Sin embargo, elegir jueces por voto popular de una terna definida por Morena no corregirá ni garantizará que se tenga un sistema de justicia más expedito y justo. Los nuevos legisladores solo pensaron en darle ese “regalo” a López Obrador.
A Claudia Sheinbaum no le ha quedado otra que asumir los compromisos de su promotor y protector, quien la ha comprometido públicamente a seguir con la “venganza” contra magistrados, jueces y ministros, y contra órganos autónomos. No obstante, a partir del 1 de octubre, ella definirá el destino del país, tomando las acciones necesarias para resolver los grandes pendientes, como la inseguridad. Ya es el sexenio con más homicidios con más de 195 mil, y 50 mil desaparecidos. Tendrá que enfrentarse a narcos empoderados que le disputan el poder a la autoridad civil, además, deberá lidiar con un sistema de salud funcionando a medias, el cual irónicamente el presidente asegura que funciona mejor que el de Dinamarca. Deberá iniciar una verdadera lucha contra la corrupción, ya que en este sexenio se hicieron de la “vista gorda” ante la evidente corrupción y los conflictos de interés. También tendrá que tomar acciones que generen confianza en los mercados e inversionistas.
Peña Nieto le tendió una alfombra a López Obrador en la sucesión, pero el "Peje", a su estilo, dinamita incluso a los de casa, mientras él no pierda.
Se viven días convulsos.