Muchos opinan que el gobierno del presidente López Obrador es de ocurrencias y que sus efectos serán sólo una crisis económica.
La realidad es que estamos ante la amenaza de que cambien drásticamente el actual sistema político de democracia constitucional por un Estado totalitario.
Las evidencias son su cercanía con las dictaduras latinoamericanas, sus confrontaciones con el Poder Judicial y con EUA; y, sobre todo, sus reformas constitucionales.
Esto hace temer la existencia de una acción concertada entre la élite gubernamental para plantar las bases de un nuevo Estado.
Los sistemas son el conjunto de leyes e instituciones que organizan el gobierno y regulan las relaciones entre gobernantes y gobernados.
En síntesis, son el modo de vida en un Estado.
La naturaleza democrática o totalitaria de un sistema la determinan la forma de gobierno, la concentración del poder, el desempeño de los partidos, la rendición de cuentas y el grado de participación ciudadana.
Los sistemas se transforman por evolución o revolución. La primera es siempre pacífica, gradual y progresiva.
La segunda es generalmente violenta, pero aun si es pacífica implica el drástico rompimiento con el pasado.
El Presidente ha repetido que su meta es la revolución pacífica de las conciencias.
Eso implica, necesariamente, la terminación del actual sistema democrático, constitucional y de seguridad jurídica.
Las últimas acciones presidenciales parecen destinadas a la formación de un Estado similar a las dictaduras latinoamericanas, mediante una nueva constitución, la militarización, el sometimiento de los poderes legislativo y judicial, la reforma de la educación para adoctrinar a la niñez, y el debilitamiento de la iniciativa privada.
La zozobra crece porque ignoramos si la doctora Sheinbaum continuará en esa ruta, o tiene un plan de gobierno distinto; y, si lo tiene, si será capaz de realizarlo.
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