Lo bueno, lo maloy lo feo de 2024

Ciudad de México /

Lo bueno: La elección de la primera presidenta de México, la doctora Claudia Sheinbaum. Con una votación histórica y con una ideología transformadora de izquierda, en medio de una elección polarizada ideológicamente, pero mayoritariamente definida a favor de la continuidad de un movimiento político nacional: el morenismo lopezobradorista. Hubo estridencia, pero no violencia. Conflictividad, pero no inestabilidad. Tambores de guerra, pero no disparos. Y esto fue un logro de todos los actores y partidos, de la sociedad y del Gobierno.

Fue bueno también que el primer Gobierno de izquierda en la historia del país haya ganado su refrendo, su continuidad, en medio de la elección más grande por el número de votantes y de cargos en disputa (más de 20 mil cargos, de los cuales Morena se llevó no solo la Presidencia de la República, sino la mitad de los 100 municipios más grandes, la mayoría en 30 de los 32 congresos locales y prácticamente las mayorías calificadas en ambas Cámaras legislativas federales). Una hazaña histórica para ser el partido más joven del país.

También fue bueno, excelente, que estos comicios no resultaran traumáticos para la economía. Por primera vez en dos generaciones, la elección presidencial no fue sinónimo de devaluación, desempleo, inflación y deuda pública que obligaba después a la escenificación precolombina de la pirámide de los sacrificios, donde la ira y el miedo colectivos eran calmados con la defenestración pública o el parricidio del tlatoani caído. Nada de esta tradición escatológica la tuvimos en la sucesión presidencial de 2024, y ello es un reflejo de salud y madurez de la democracia que tenemos.

Lo malo: La violencia. En todas sus manifestaciones. A pesar del esfuerzo sostenido para reducirla, de las estrategias para contenerla y de los avances innegables para encapsularla, el cáncer sigue allí. No hay metástasis, pero tampoco erradicación. Este año que termina algunos estados y regiones salen del ranking rojo del crimen (Tamaulipas, Veracruz, Zacatecas), pero otros, que parecían ajenos, irrumpen de lleno (Chiapas, Sinaloa, Tabasco).

En la elección más grande de nuestra historia, con más de 70 mil candidatas y candidatos, la violencia política estuvo contenida. No alcanzó las tasas de 2021 pero de todas formas sí llegó a tiznar a partidos, regiones y municipios. La violencia social, sin embargo, siguió afectando a nuestras mujeres, jóvenes y al núcleo familiar. Se contuvieron las tasas de feminicidio, se desbordaron las de juvenicidios y no hubo un tratamiento claro para las cifras de personas desaparecidas. La violencia intrafamiliar (para muchos, origen de las otras violencias) siguió moviéndose en la opacidad de las cifras negras. Solo sabemos de sus efectos: crecimiento de divorcios; desintegración de núcleos familiares: niñas y niños migrantes no acompañados, deambulando por las ciudades, y deserción escolar. Síntomas de que algo anda mal en el cuerpo social.

Lo feo: Nuestros vecinos del norte. Socios y aliados en lo comercial, los candidatos de Estados Unidos y Canadá nos tomaron de piñata en su halloween electoral. Migración y drogas (ante todo, fentanilo), fueron el motivo. Ni Gaza ni Ucrania, sino México, fue el tema de la propaganda política. El enemigo en el patio trasero de casa. Fuimos un issue, tema o bandera de tirios y troyanos. Algo soltamos desde México en la relación o integración trilateral y ahora habrá que amarrarlo. Estamos a tiempo, ante la inminente revisión del T-MEC.


  • Ricardo Monreal Ávila
  • ricardomonreala@yahoo.com.mx
  • Coordinador de los senadores de Morena y presidente de la Jucopo / Escribe todos los martes su columna "Antilogía" en Milenio Diario
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