Jimmy Carter es el primer presidente de Estados Unidos que recuerdo. Cuando llegó a la Casa Blanca, en 1976, yo tenía ocho años. Conservo también memoria de la derrota que enfrentó contra Ronald Reagan. Sin mayor sofisticación política, Carter me parecía más benévolo que su sucesor. Con el paso de las décadas mantuve esa misma percepción.
Ciertamente en México Reagan no tenía muchos seguidores.
Ayer que se anunció la muerte de Carter una frase se repitió hasta la náusea: “el mejor ex presidente que haya tenido Estados Unidos”.
Es una paradoja que sin haber sido el mejor presidente haya logrado ese título. Tan no fue bueno que en 1980 Ronald Reagan le arrebató el cargo con diez puntos de ventaja.
¿Por qué el electorado no le concedió la reelección? La gente le cobró que no hubiera podido sacar a su país de la recesión económica en la que se encontraba.
El mayor enojo lo provocó el desempleo, que en noviembre de 1980 alcanzó a casi el 8 por ciento de la población. De ahí que las ideas de Ronald Reagan, más tarde calificadas como neoliberales, hayan obtenido una escucha fértil en las urnas.
Derrotado, a la edad de 57 años, Carter regresó a vivir a Plains, Georgia, su pueblo natal, que entonces no llegaba a los seiscientos habitantes.
La era Reagan lo habría borrado del mapa político de no haber sido por el activismo internacional que desplegó en los años posteriores a su retiro político.
La intervención del Centro Carter como observador en procesos electorales complicados y también en la negociación pacífica de pugnas graves en países como Sudán, Haití o Bosnia, terminaron entregando a este ex presidente, en 2000, el Premio Nobel de la Paz.
Tal como escribió ayer Mark Updegrove, uno de sus biógrafos, después de perder tan estrepitosamente la presidencia era improbable que Jimmy Carter recuperara tanto brillo y aplauso y sin embargo sucedió.
Ayer, a los 100 años, murió acompañado de los mejores elogios. La mayoría le recuerda tal como me sucedió a mí hace más de cuatro décadas, como un buen hombre.
Zoom: Es obvio y sin embargo en este caso vale la pena decirlo, la historia que perdura no se escribe cuando están sucediendo los hechos sino mucho tiempo después.