El caso de la falsa siquiatra, Marilyn Cote, lleva desparramándose en el centro de la discusión pública desde hace varios días. Su historia confirma la idea que tenemos a propósito de la facilidad con que podemos ser engañados.
Ella presumió idiomas que no hablaba, ostentó títulos que no tenía, recetó medicamentos restringidos con una cédula hechiza, se asoció con doctores imaginarios, inventó a sus parejas sentimentales y también escribió y presentó un libro inexistente.
Charlatana, merolica, ejecutante de terapias milagro, estafadora, criminal, usurpadora –son todos términos empleados para describir a esta mujer.
En el relato de este engaño llama sin embargo la atención la idea de que ella solita montó el espectáculo con el que embaucó a tanta gente. No se mencionan cómplices, ni familiares, tampoco amigos o conocidos que, por acción o por omisión, pudieron haber sido partícipes de esta estafa y por tanto corresponsables de sus consecuencias.
Con todo, entre los testimonios que comienzan a hacer montón en las redes sociales hay algunos de ellos que permiten confirmar, de tiempo atrás, la locura que venía gestándose e incluso la peligrosidad de la falsa siquiatra y también la negligencia de quienes pudieron haberla detenido antes.
En concreto hay tres piezas de información claves para comprender el caso: las declaraciones de una vecina que atestiguó la violencia de Marilyn, el posible secuestro de un paciente, veinte años menor que ella, y el cuestionable papel jugado por su siquiatra.
Marilyn vive en un fraccionamiento de clase media donde, hace siete años, amenazó a una vecina con un arma de fuego. Afirman que aquella no fue la única vez.
Marilyn arribó a esa colonia acompañada de su madre. En entrevista con Octavio Arroyo, mejor conocido como Mr. Doctor, una vecina del fraccionamiento compartió mensajes enviados por Marilyn donde, entre otros ataques, acusa arbitrariamente a los vecinos de narcisistas y frustrados, hace referencias clasistas y racistas y también se queja que “los gais” de la privada que dejan su basura a media calle.
Un buen día, en ese mismo chat escribió que recién se había casado en Estados Unidos y que llegaría a vivir a la colonia su nuevo esposo: “Se llama Brayan y quiero que lo metan al grupo”, solicitó.
La tarde que el chico llegó a vivir con ella, la madre de Marilyn se mudó a casa de su otra hija. El nuevo marido resultó ser un joven veinte años menor cuyas imágenes han circulado también en las redes; ese material permite suponer que el chico padecía algún tipo de trastorno mental.
“Sé que suena muy raro todo esto, pero no lo dejaba salir, lo tenía encerrado (dentro de su casa) todo el tiempo”, afirma la misma fuente.
Bryan abandonó aquel fraccionamiento en el 2020 y ese evento coincidió con que se incrementó la agresividad de Marilyn respecto del vecindario. Luego apareció el segundo marido. Existe un video en el cual puede observarse a la pareja, trastabillando acaso por haber bebido de más, mientras tocan con impertinencia las puertas ajenas.
Aquella vez confirmaron los vecinos que Marilyn estaba mal de la cabeza. “Miren, miren, sí es real”, se le escucha decir mientras manipula al sujeto como si se tratara de un títere de talla humana.
Ese hombre es el doctor Rodrigo Aquilino Orcajo Castelán quien esa misma tarde había asistido como presentador para hablar del libro de la doctora Cote. El texto denominado El psicodiagnóstico de Rorschach en la perfilación criminológica cuenta con identificación oficial, es decir que obtuvo un ISBN, aunque es imposible dar con un ejemplar.
Con todo, hay evidencia fotográfica de que el doctor Orcajo avaló con su presencia el contenido de ese libro y después de la presentación también la hay de que continuó el festejo en el domicilio de Marilyn.
No pasa desapercibido que este mismo sujeto reconozca haber tenido durante dos años a la autora del libro como paciente. Acepta que la recibió en su consultorio, por primera vez, el miércoles 6 de julio de 2022 y que le dio tratamiento hasta noviembre del 2023. Este periodo tendría que haber sido tiempo suficiente para que el doctor Orcajo detectara el peligro que Marilyn representa para sus semejantes. Es difícil creer que lo haya engañado al punto de cegarlo frente a los focos rojos de quien, para ese momento, era ya un árbol gigante de navidad.
Orcajo declaró a Mr. Doctor que no tuvo antes noticia de que Marilyn hubiera plagiado sus recetas médicas o de que, con ellas, hubiera fabricado las prescripciones que luego entregó a sus pacientes para que adquirieran ilegalmente fármacos controlados. Lo más delicado fue que en la estafa ella utilizó la cédula profesional de su propio siquiatra.
Un minuto más tarde, Orcajo se desdice y termina reconociendo que sí revisó el tema de las cédulas y sin embargo no enfrentó a Marilyn. Tanto o más grave fue cuando, consciente de los desórdenes mentales de esta mujer, acudió a la presentación del falso libro.
El médico acepta que Marilyn estaba enamorada de él, aunque lo justifica argumentando que la transferencia erótica entre pacientes y tratantes suele ser una fase normal de la terapia. Añade que él jamás tuvo dudas sobre la verdadera naturaleza de esa relación, entre otras cosas, por su propia orientación sexual, que no es compatible con sentirse atraído por mujeres.
En los hechos, Orcajo no puso límites: acudió a la presentación, la acompañó a su casa, participó en el teatro montado para los vecinos y después de este evento continuó siendo su terapeuta durante siete meses más.
¿Supo entonces que Marilyn ejercía como siquiatra sin serlo? ¿Tuvo noticia de que recetaba medicamentos controlados como si se tratara de aspirinas? ¿Se enteró de que lo hacía con recetas que llevaban impresa su cédula profesional? ¿Supo que en las redes sociales Marilyn presentaba a su siquiatra como si fuera su marido? ¿Miró Orcajo alguno de los videos donde ella presume haberse formado en Harvard?
¿Qué tipo de médico ve pasar por su consultorio a una paciente con una patología mental tan grave como la ostentada por Marilyn y de plano no hace nada? De una cosa podemos estar claros: Marilyn está de atar, pero la sociedad donde ella vive no goza de mejor salud.