Más allá de la persona, la hoja de vida del próximo embajador de Estados Unidos en México, Ronald Douglas Johnson, es un mensaje enfático y preciso para quien quiera escucharlo.
Tiene perfil para cumplir con la misión que se le ha encargado: “promover la seguridad y la prosperidad a través de una política exterior estadunidense de mano dura”.
No hay nada en la experiencia del futuro embajador relacionado con temas comerciales. Esto es parte del mensaje: no enviará Donald Trump a un negociador para el T-MEC, sino a un experto en combatir terrorismo, narcotráfico e insurgencia.
Johnson es un ex militar que ha pertenecido, buena parte de su vida, a la comunidad de inteligencia de su país (CIA-FBI-Departamento de Defensa).
Fue reclutado en 1971 como soldado de la Guardia Nacional y en 1977 se incorporó como militar al grupo de las Fuerzas Especiales (boinas verdes).
En 1980, ya con el grado de oficial, fue enviado a El Salvador donde dirigió diversas operaciones hostiles en el territorio. Cuatro años después, en Panamá, ocupó el cargo de comandante. En ese entonces Manuel Antonio Noriega, antiguo agente de la CIA, era presidente de esa nación.
Fue derrocado en 1989, gracias a una operación ordenada desde la Casa Blanca por George Bush, donde ese mismo grupo de fuerzas especiales desempeñó un papel destacado.
La carrera militar de Johnson terminó poco después, tras una breve participación en la guerra de los Balcanes. Posteriormente se incorporó de lleno como funcionario de la CIA, agencia dentro de la cual emprendió una carrera de casi 20 años.
En 2019 regresó a El Salvador, cuando Donald Trump lo nombró embajador para ese país centroamericano. Durante ese encargo, Johnson se ocupó de espantar los intereses que China había sembrado en la región. Luego procedió a cerrar filas con Nayib Bukele, estableciendo con él una alianza, a tal punto personal que el embajador terminó siendo padrino de la hija del mandatario.
Zoom: El perfil de Johnson anuncia cuáles serán las prioridades sinceras de Trump respecto de México. Viene a destruir las redes criminales que operan en nuestro país dedicadas al tráfico de drogas y de personas. Es más propenso a la cooperación que al uso de la fuerza, pero, en caso de emergencia, cuenta con experiencia en el empleo de instrumentos alternativos a la política exterior.