'Narcoterrorismo'

Ciudad de México /

Hace cinco días un coche bomba voló en Jerécuaro, Guanajuato, minutos antes de las seis de la mañana. Poco después, a cerca de 30 kilómetros y justo a las puertas de la Secretaría de Seguridad Pública de Acámbaro, explotó el segundo. Los coches fueron robados, plantados horas antes y detonados a distancia. No hablamos de artilugios caseros, donde se rompen un par de vidrios y el cofre queda en llamas, no: es un milagro que sólo tres policías resultaran heridos, una de ellos de gravedad.

Esa zona está desde hace una veintena de años bajo el dominio del Cártel de Santa Rosa de Lima, con todo y que su fundador y líder, José Antonio Yépez, El Marro, duerme en la cárcel desde 2020. Hay que recordar que en enero de 2019 los de Santa Rosa pusieron una camioneta con explosivos afuera de la refinería de Salamanca, en el marco de la guerra que López Obrador le declaró al huachicol para tapar el desabasto de gasolina fruto de la ineptitud de su entonces director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, hoy premiado con el Infonavit. La camioneta fue desactivada antes del paso del entonces presidente, pero hubo más: en 2020 y 2023 hicieron explotar más coches bomba frente a personal de la Guardia Nacional en Celaya, y en 2021 dejaron un regalo incendiario frente a un restaurante de Salamanca, matando a dos.

El Secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, anunció en la mañanera del día siguiente que los ataques fueron precedidos de amenazas sin especificar por parte de los cárteles que, en el marco de la pugna entre Los Chapitos y El Mayo, hoy se disputan más encarnizadamente que nunca el control de Guanajuato: el de Santa Rosa, muy mermado desde el encarcelamiento de Yépez, tuvo acercamientos con El Mayo para hacerle frente a su enemigo común, el Cártel de Jalisco, mismo que hoy parece haberse aliado con Los Chapitos para combatir a los leales del antes padrino y socio.

Una cosa sí que se apresuró a aclarar la regencia: “No se puede catalogar como terrorismo”, afirmó Sheinbaum, luego de que la alcaldesa de Acámbaro, Claudia Silva, dijera, para aventar esa papa caliente con resortera en dirección a Palacio, que “todo mundo sabemos que es narcoterrorismo”. La Presidenta prometió que hoy daría un informe completo de los maravillosos resultados que su gobierno ha tenido en materia de seguridad, y García Harfuch hizo eco de su jefa, diciendo que los atentados eran respuesta a los operativos que estaban llevando a cabo, que los malosos se estaban dando con todo entre ellos, pero que terrorismo, lo que se dice terrorismo, no era, que era apenas una pelea “por drogas”, pasando luego a dar la definición misma de terrorismo: “…Es una disputa de dos grupos delincuenciales para pelearse entre ellos y amedrentar a la autoridad, ya sea porque alguna autoridad local esté involucrada con algún otro grupo o porque la propia autoridad los está combatiendo”.

Por mí le pueden decir como quieran al flagelo del narco. Lo que es urgente es que dejen de gobernar para su imagen, para la tele, y que auxilien a los mexicanos de a pie que se ven obligados a vivir en el mundo real. 

  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
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