Más allá del debate

Jalisco /

Eclipsados por las fallas técnicas en el reloj, los moderadores y las limitantes propias del formato acordado, el debate presidencial terminó por dejar insatisfechos tanto a las debatientes como a sus respectivos equipos de campaña y a más de alguno de entre quienes decidieron presenciarlo. Todo apunta a que lo visto y escuchado durante el encuentro del domingo pasado, solo vino a sumar al anecdotario propio de todo proceso electoral y reafirmar las percepciones y posiciones que los ciudadanos tenían antes del encuentro.

Así, las percepciones respecto a la candidata puntera en las encuestas oscilan entre su firmeza y aplomo, según sus apoyadores, y la inexpresividad que rayó en rigidez, a decir de sus detractores; en tanto que se percibió a una candidata retadora que logró, a decir de sus seguidores, evidenciar a una Sheimbaum “fría y sin corazón” con críticas muy puntuales y casos polémicos. Al parecer, el único que salió con sus expectativas ampliamente satisfechas fue el candidato, ya que además de darse a conocer como la tercera alternativa –que ya es ganancia ante un escenario de competencia tan polarizado– logró arrancar algunas simpatías por su desempeño ante cámaras.

Más allá del debate, por la naturaleza de las propuestas que apenas pudieron ser esbozadas por los debatientes, los ciudadanos podemos vislumbrar un cambio cualitativo en la narrativa de la política social de este país, que prácticamente ha dejado atrás su orientación de atención focalizada a la población más vulnerable y que dio paso a un esquema de atención y gestión claramente dual, marcadamente condicionado por el nivel de legalidad (formal-informal) de la actividad económica de las personas atendidas y que aspira a un enfoque de atención universalista. Así lo evidencia la ampliación de programas sociales que pasarían a rango constitucional que propuso Xóchitl Gálvez, en un esfuerzo por contraponer al “humanismo mexicano” que anima a la cuarta transformación, una versión que podríamos llamar un “Estado de bienestar a la mexicana”. Como prometer no empobrece, lo que quedaron a deber fue una explicación mediamente coherente sobre la viabilidad financiera de sus propuestas.


  • Roberto Arias
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