¿Qué tipo de relación establece el Presidente con los miembros de su gabinete? ¿Les tiene algún respeto o los considera simples empleadillos a quienes puede vejar cuando y como quiera? Me gustaría saber más específicamente lo que piensa López Obrador sobre muchos de los miembros de su gabinete ampliado que han estudiado algún posgrado en el extranjero. ¿Cree realmente que son como Michael Corleone (más allá de que Mario Puzo nunca haya escrito algo así), hijos de mafiosos? Lo que dijo, ¿era una simple alegoría sobre el mundo científico, una imagen que vale más que mil palabras? ¿No se dio cuenta que estaba haciéndose una especie de hara-kiri (seppuku, para los conocedores) al hablar mal de sus propios colaboradores? ¿O lo hizo a propósito para tenerlos a raya? Y ya que estamos en eso, me gustaría saber qué piensan esos miembros del gabinete que encajan en la descripción, pues estudiaron en el extranjero. ¿Se sentirán aludidos? ¿Se sentirán amenazados? ¿Les dará pena ajena escuchar al Presidente decir esas cosas? ¿O lo defenderán de alguna manera, por más retorcida que sea su explicación? En otras palabras: ¿lo aguantan o lo veneran? ¿Es para ellos fuente de luz o de ignominia?
No sé cómo sea en lo personal con ellos, pero después de las elucubraciones presidenciales acerca de los estudios en el extranjero, me queda claro que López Obrador no le tiene mayor respeto, ni a ellos, ni al conocimiento científico o académico. Evidentemente él cree —como ya lo expresó en su momento— que los jóvenes que salen a estudiar a otros países, nada más van a aprender malas mañas. Según esta visión (chiquitita, chiquitita), los mexicanos no tendríamos nada que aprender fuera de nuestro país. Se le olvida, para empezar, la historia. Por ejemplo, que personajes como Francisco I. Madero, o Diego Rivera, o Alfonso Reyes, pudieron enriquecer su obra y visión sobre su propio país, gracias a que vivieron en el extranjero. La lista de personajes ilustres con esa trayectoria no cabría en este artículo. Pero el Presidente de México cree que la sabiduría popular es más valiosa que los conocimientos científicos. Lo malo es que ni la producción de energía, ni el crecimiento económico, ni las pandemias, ni la desigualdad se resuelven con lo dicho por el filósofo de Güemes. Para resolver estos y muchos otros problemas, se requieren conocimientos avanzados. Y no todos se encuentran en México, ni en un solo lugar del mundo. Por supuesto que los gobiernos de México deben apoyar la educación, la ciencia y la tecnología en todo el país. Pero ninguna ciencia puede estar limitada por las fronteras nacionales. Ningún país se puede quedar encerrado o aislado, si quiere avanzar. No existe, en ese sentido, una ciencia nacional, es decir que no requiera intercambio, retroalimentación, colaboración con lo hecho en otros lugares del mundo. La ciencia es mundial. Lo estamos viendo en esta pandemia y lo hemos visto en otros campos como la economía, la filosofía, la física, la química, la sociología, la medicina, etc. Solo alguien muy ignorante, muy mezquino o muy resentido socialmente, puede opinar, como lo hizo el Presidente, para empezar, de su propio gabinete.
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