En su sexto informe de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo una declaración audaz: afirmó que su administración cierra con un sistema de salud no sólo mejor que el de Dinamarca, sino de todo el mundo. Una afirmación que, si no fuera por la gravedad del tema, podría parecer sacada de un guion de ficción.
Es cierto que los médicos y el personal de salud del IMSS y del ISSSTE han realizado esfuerzos titánicos para atender a millones de mexicanos. En cada hospital y clínica del país, se encuentran historias de compromiso y dedicación. Sin embargo, la realidad a la que se enfrentan día a día es una muy distinta a la utopía descrita por el presidente.
El sistema de salud en México está, en muchos casos, rebasado. La falta de medicamentos se ha convertido en una constante que afecta a los pacientes más vulnerables. Aquellos que requieren tratamientos urgentes se encuentran atrapados en un sistema que no puede satisfacer sus necesidades básicas. Además, la escasez de equipo médico para realizar operaciones de primer y segundo nivel es alarmante. La falta de recursos no sólo pone en riesgo la vida de los pacientes, sino que también desgasta a un personal médico que, a pesar de todo, continúa con su labor.
Es preocupante que, en lugar de reconocer las carencias y trabajar para subsanarlas, el discurso oficial se enfoque en pintar una realidad que dista mucho de lo que experimentan millones de mexicanos. No se puede mejorar lo que no se reconoce, y al negar los problemas se corre el riesgo de agravarlos.
Compararse con Dinamarca es, cuando menos, una declaración desmesurada. Dinamarca es un país con un sistema de salud robusto, donde la atención médica es accesible y de alta calidad. Mientras tanto, en México, aún estamos luchando por garantizar un acceso básico a la salud para todos.
Es momento de que, más allá de los informes triunfalistas, el gobierno haga un “mea culpa” y acepte que también fue una asignatura pendiente, o más bien, una promesa incumplida. Los mexicanos no necesitan promesas vacías ni comparaciones inverosímiles. Necesitamos un sistema de salud que realmente funcione, que nos garantice la atención que merecemos y que no les haga esperar lo imposible.