¿Hace frío en Berlín?

  • Crónica
  • Susana Iglesias

Ciudad de México /

A través de las palabras demolemos o edificamos, ¿escucharás nuestras risas en una calle solitaria en el centro de Coyoacán cerca de la plaza de la Conchita? ¿Nuestra primera mirada? sobre Vértiz, caminabas fumando escuchando en tus audífonos a Velvet Underground. Nos metimos al Salón Casino. Bebimos: “me quiero casar, tener un hijo, lo quiero llevar al cine, a ti también”, fuimos a mi enorme apartamento con duela francesa en la que algunas polillas anidaban, enormes ventanales fueron nuestra lámpara, 4 gatos a los que eras alérgico te miraban extrañados, no me visitaba nadie. La mesa hecha de una pila de libros y dos alkas nos vieron construir una conexión a prueba de todo lo externo…pelear, llorar, amarnos, crudear, leer, reír, comer, soñar insomnes, encerrarnos en nuestro mundo. Aquellas mañanas en las que la terrible resaca me impedía levantarme, antes de caer al sarcófago iba al Seven para comprar suero, tras conocernos ibas tú por él. En el magnífico tianguis dominical de Dr. Lucio comprabas un litro de caldo de pescado con don Willy para curarnos la cruz de vodka Stumbras, ¡nos fascinaba ese poderoso caldo que revivía nuestras ganas de beber e ir a la noche!...un domingo llevamos a Rose. Eres lo más cercano a compartir fragmentos de la existencia con alguien. Nunca he vivido con nadie. Pienso en ello mientras trato de ordenar una casa con cajas de archivo muerto en la que yacen varias novelas. Releo una que escribí de adolescente sobre la caída del muro de Berlín. El 9 de noviembre de 1989 el muro cayó, no estuve ahí, de eso trata la novela. Escribí de ti por primera vez…página 19, fechada en 1996: “mi amor más salvaje tiene ojos verdes de abismo tan profundo como una Black Spring, con su cámara fotográfica dispara sin piedad a vagabundos que le sonríen porque renunciaron igual que él a una sociedad podrida, le gustan las botas finas, ha vivido en el camino de forma más loca que cualquier beat, me ama y honra tal como soy, una zorra ladrona de books en el Parnaso, me desea, soy tan vagabunda como él, los dos le escupimos a las sábanas limpias de nuestras casas, sin más casa que una banca de parque en la que lo espero a las 5, no tengo teléfono para que me llame. Me tomará de la mano, el amor vive en el corazón, somos eternos”. No sé lo que significa una taza de café por las mañanas en la cama, íbamos al horrible Jarocho, al magnífico Gradios, Parker, cantinas, al extinto Sabinal…tantos sitios. Al ver tus notas en páginas de libros con polvo, aúllo como una perra a punto de ser electrocutada en el antirrábico, a veces mientras camino puedo vernos de la mano caminando por la lateral de Churubusco. Tengo cortinas black out, no tengo cafetera, bebo café de nuevo, ¿recuerdas cuando caí en el hospital tras beber medio litro en Jekemir?...Amor es: eternidad con todo y sus planes rotos. Dejaste de fumar, abandoné durante cierto tiempo mis cantinas. Escribo…la noche incendiada ha caído sobre un Berlín sin muro...


* Escritora. Autora de la novela Señorita Vodka (Tusquets)


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