La victoria de Donald Trump en la elección reciente refleja una tendencia experimentada por Estados Unidos desde 2016 y por muchos países en las últimas décadas. En un contexto de rechazo hacia los mandatarios o incumbents en varios países, candidatos como Trump han ganado apelando a votantes desilusionados con el sistema y con cambios culturales en un contexto de creciente inseguridad económica. Durante su campaña, hizo lo que siempre hace: promovió valores autoritarios, amenazó el orden institucional mediante discursos enojados, atacando al establishment y a los “otros”, apelando a un lenguaje nativista que se asemeja a otros líderes populistas en el mundo.
Ya sabemos el resultado – Kamala Harris perdió fuerza en casi todos los grupos sociodemográficos. Se amplió la brecha de género y la educativa en el electorado. Donald Trump ganó terreno entre los hombres latinos, los votantes jóvenes y en las zonas rurales. No ganó solamente la Presidencia sino también el Senado y la Cámara de Representantes.
Muchos pensaban que, a estas alturas, por fin su retórica y sus procesamientos judiciales lo descalificarían como candidato. Muchos también pensaban que, mediante las derrotas electorales de los republicanos en 2018, 2020, y 2022, los estadounidenses habían expresado su rechazo hacia un candidato criminal que incitó una insurrección al capitolio y a un partido que revocó el derecho al aborto. Pero 2024 fue diferente – aunque pareciera que la elección de Joe Biden en 2020 significara una regreso a la normalidad y que los Estados Unidos se había despedido de Trump, no fue el caso. Además, el descontento aumentó debido a factores contextuales. Las políticas implementadas durante la pandemia junto con los altos niveles de inflación pesaron más, y los republicanos supieron canalizar el descontento generalizado.
Kamala Harris hizo lo que pudo: se enfocó en las estrategias que funcionaron en las últimas elecciones y encontró argumentos y propuestas para cubrir sus vulnerabilidades. Trump, en cambio, ofreció una especie de candidatura vacía en la que los votantes proyectaron sus deseos económicos y culturales, independientemente de lo que propusiera. Los votantes exigían un cambio radical – fue un voto en el cual el rechazo al gobierno de Biden y a Harris superaba cualquier aspecto negativo del candidato republicano.
Al final, los temas principales para la decisión de voto fueron la economía e inmigración. Las encuestas mostraron repetidas veces que el electorado atribuía mayor competencia a Donald Trump para resolverlos. El índice de sentimiento del consumidor de la Universidad de Michigan demuestra el sentimiento económico desde 2020, y tanto republicanos como independientes reportaron menor satisfacción financiera que los demócratas desde que asumió Biden.
Donald Trump también contaba con una ventaja en el tema migratorio. La población migrante y los encuentros fronterizos habían aumentado significativamente desde 2020, alcanzando su auge en diciembre de 2023. Biden inicialmente revirtió las políticas de Trump, pero adoptó medidas más estrictas [pero no hasta el final de su mandato, y la legislación bipartidista para reforzar la frontera tampoco fue aprobada en el Congreso]. Cualquier observador de la crisis migratoria en Europa de 2015 sabe que los partidos liberales necesitan abogar por una frontera segura si quieren ganar elecciones. Kamala Harris reconoció la vulnerabilidad en estos asuntos e incluso ganó terreno en lo económico, pero la asociación con la administración Biden le restó credibilidad en estos temas clave.
El aborto y la democracia fueron temas secundarios que favorecían a Kamala Harris. Sin embargo, el derecho al aborto ganó en varios estados sin Kamala Harris. Por ejemplo, en Nevada, la medida ganó con un 60% a la vez que Donald Trump ganó el voto popular en ese estado. El tema de la democracia tampoco caló en el electorado, pues en parte porque el país no tiene experiencia con dictaduras y en parte porque los votantes no le creyeron a Trump cuando decía que acabaría con las elecciones. Además, la importancia de estos temas variaba entre republicanos y demócratas, a diferencia de la inmigración o la economía, donde coincidían. Los temas culturales también perjudicaron a los demócratas. El discurso liberal centrado en la wokeness y la justicia social generó rechazo en la mayoría de la población, ya que muchos estadounidenses lo perciben como desconectado de su realidad cotidiana y sienten que se les está imponiendo.
Por último, muchos votantes recordaron la promesa de Biden de que sería un presidente transitorio por un mandato de cuatro años. La decisión de dejar la contienda a unos meses de la elección fue arriesgado. También fue una apuesta arriesgada de parte del Partido Demócrata prescindir de elecciones primarias. Siendo parte de la actual administración, Kamala Harris no logró distanciarse lo suficiente del presidente.
Estas tendencias sugieren un reajuste en el electorado, pero no sabremos cuánto se habrán consolidado hasta las próximas elecciones. De momento, ha comenzado un proceso de reflexión profunda entre los demócratas, quienes ahora enfrentan la necesidad de reevaluar sus estrategias y valores.