Ahora que es sencillo encontrar en Internet cualquier información posible me pareció cautivador reproducir de YouTube el programa de TV en donde el escritor Mario Vargas Llosa hizo pública su tesis sobre la “dictadura perfecta” al referirse al sistema político mexicano.
Es posible que con el paso de los años ese programa de TV se convierta en un documento histórico. Fue hace 31 años en agosto de 1990. Para sus críticos delirantes les parecerá inconcebible que ocurriera en la panza de Televisa. Una mesa de 8 intelectuales que debaten sobre el momento posterior a la caída del Muro de Berlín (1989) y la cadena de cambios que se vislumbraban en la Unión Soviética. Están ahí, exponiendo ideas y conceptos, dos personajes que más tarde serían Premio Nobel. Octavio Paz lo recibiría dos meses después (octubre de 1990) y Vargas Llosa 20 años más tarde (2010). El programa fluye con una carga ideológica profunda, abrumándose aún más por la traducción a los panelistas extranjeros. Pero, pasadas las dos horas y cuarto de programa Vargas Llosa suelo algo que, lo dice, venía masticando por años: México es la dictadura perfecta; sutil, camuflada, medida, no violenta pero nociva como cualquier otra dictadura militar latinoamericana. Dictadura que igual controla a campesinos que a intelectuales. En 6 minutos dibuja una cruda realidad de México. En ese ambiente eléctrico Enrique Krauze como moderador pronuncia una palabra –dictablanda—que cae como mal chiste. Entonces Octavio Paz rebate con lucidez: imposible hablar de dictadura, es un sistema hegemónico de dominación, anómalo sí, pero fuera del concepto militar; la diferencia es esencial y fundamental para entenderlo, dice Paz con perspicacia. Todo un desafío de inteligencia.
Tomás Cano Montúfar